artos de tanta pandemia, resulta que ahora políticos y adláteres nos abrasan berreando sobre ganado, vacas, cerdos y quién quiere más a los ganaderos. Todo lo empezó D. Garzón declarando que las macrogranjas son contaminantes, maltratan animales y producen carne de baja calidad, y se ha montado la de dios es cristo. Para empezar, lo que dijo es una simpleza, pues aunque evidentemente la macrogranja es peor concepto socioeconómico y ambiental que la no intensiva, la contaminación, la falta de bienestar animal y la mala calidad de la carne son cosas que no tienen por qué darse en tanto la administración las regula y autoriza, y él, siendo ministro, debería aplicarse al cuidado de cómo se licencian y vigilan esas y todas las granjas.
Pero qué más quería la derecha y sus opinadores aplaudidores que descontextualizar aquellas incautas declaraciones y desparramarse con otras simplezas como que el gobierno quiere acabar con la ganadería y exterminar a los ganaderos. Incluso el PSOE electoral se apunta al tsunami y berrea que no son distintos un pez de caña que los pescados a mansalva con red. A ver, la mala calidad viene dada por muchos factores, pero en términos generales tampoco hay que ser Arguiñano para saber que lo producido a poquitos es más probable que tenga mejor calidad que lo elaborado o capturado a cascoporro. Ahora, de ahí a que cualquier cosa masiva sea de mala calidad va un mundo.
Eso sí, he vuelto a constatar que la actual política permanentemente electoral huye de buscar la mejora de la sociedad y continúa sobreactuando con hipérboles mentirosas que recargan de basura la política. Por cierto, ahora que se ha probado que nos pueden trasplantar corazones porcinos, a ver cuánto tardan derechas, izquierdas y mediopensionistas en pedir macrogranjas de cerdos que produzcan corazones para sustituir los dañados por sus tocinos.