n virus temible que se lleva vidas y condiciona nuestras vidas, un volcán que se activa y atemoriza a la población, unas inundaciones que convierten calles en ríos... Estos tiempos parecen querer mostrarnos que no estamos a salvo de nada. Y ante esta sensación, podemos dedicarnos a avivar la desgracia con palabras que encienden como fuelles la llama de nuestra rabia o, por otro lado, podemos utilizar la rabia natural que sentimos ante la adversidad para aportar algo que mejore la situación o, por lo menos, para ayudar a llevar el desastre de la mejor manera posible. "Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo". Es una frase de la poeta uruguaya Ida Vitale que nos puede dar una pista sobre cómo podemos reaccionar cuando parece que el mundo se nos cae encima. Ser la salvación de algo, por pequeño que sea, puede ser también nuestra propia salvación.
Y ser la salvación de algo se basa casi siempre en la máxima de pensar menos en individual y más en plural; en no nombrar la palabra libertad cuando en realidad queremos decir individualismo; en pensar que el límite de mi libertad está en la libertad y los derechos de otras personas, y que, a partir de ahí, deja de llamarse libertad.
Utilizamos la palabra libertad como mejor nos conviene. La hemos vaciado por dentro y hemos metido ahí el relleno que hemos querido, como si se tratara de un cojín. He visto esta semana un cartel que, en nombre de la libertad, utiliza el "no es no" utilizado ante las agresiones sexistas para defender que la vacuna obligada por la presión social es "una violación". No tengo palabras para describir el rechazo que me provoca. Como bien dice la comunicadora científica Ana Galarraga en Twitter, no todo vale. Aprovecho para mandar mi apoyo a Ana, por su aportación al conocimiento durante esta pandemia. Ella es un ejemplo de intentar ser la salvación de algo, una vez que sabemos que no estamos a salvo de nada, como dice Vitale.