l negacionismo abarca muy amplias facetas, desde la negación de que el ser humano ha pisado la Luna hasta la existencia del covid-19, pasando por la refutación del holocausto nazi, el calentamiento global o que la Tierra es redonda (achatada por los polos). Todo, por negar la realidad, tan incómoda a veces, máxime teniendo a mano una mentira mucho más placentera, sugerente y aparentemente "propia" o alternativa a los manipuladores poderes. Hay negacionismos patológicos e ideológicos. Y luego están los políticos.
Dice la prensa que "un niño catalán" ha exigido más clases en castellano, como establece una sentencia contra la inmersión lingüística y esto ha creado un nuevo conflicto político, con los habituales ingredientes de tensión que se dan últimamente en Catalunya. Ignoro si es el caso de la familia de este niño, pero el alboroto generado es un aspecto más del negacionismo de libro, en este caso lingüístico. Todas las evidencias, los datos, muestran que la inmersión lingüística es un éxito, cohesiona, favorece la convivencia y es el único sistema que garantiza el dominio de las dos lenguas oficiales. Rechazar esta evidencia o las consecuencias de la diglosia es negacionismo puro. Esgrimir "mi derecho" (a no llevar mascarilla, a no vacunarme, a no exigir el pase covid...) es la coartada para esconder el miedo a la realidad en busca de esferas más confortables. Y, claro, entre ríos revueltos no podían faltar los aprovechados. En el negacionismo del covid son la extrema derecha, y en otros como el terraplanismo, el cambio climático, el holocausto... ¡Vaya! Qué casualidad: también la extrema derecha. En el caso del conflicto lingüístico, en cambio... Oh, my God!
La manipulación, la intoxicación y la descarada utilización política que se están haciendo sobre el catalán desde los medios y partidos de la derecha es clarificadora de las intenciones que se pretenden al amparo de la reivindicación de presuntos derechos, la Constitución, el imperio de la ley y blablablá. La irrupción en este asunto del supuesto sindicato ultra Manos Inmundas (por mucho que oficialmente se autodenomine Manos Limpias), cuyo líder fue condenado por extorsión, no hace sino subrayarlo aún más. El negacionismo es muy facha.