levo tanto tiempo escribiendo que a menudo siento que ya había dicho más o menos lo mismo sobre lo mismo, uno reconoce sus monomanías y preocupaciones como columnista. Esta semana me rondaba la idea del manca finezza para titular un texto en el que debía reconocer que a mí, desde luego, me pasa, que uso una brocha muy gruesa para encalar alguna pared y luego queda así, sin perfilar bien, con trazos más bien brutos donde cualquier pensador más afilado encontraría un mundo de matices. Como me gusta el mundo físico y las matemáticas, tiendo a pensar que es todo cosa de la realidad fractal que vivimos (hoy hablo de eso en la radio, precisamente). Cuando te centras en los detalles, sin embargo, el conjunto se desdibuja como la línea de costa cuando tienes en cuenta cada piedra, la marea que sube, la escala de la medida. Yo no, voy a lo burro: así que el compadreo de los estados y las empresas energéticas intentando cambiar los resultados científicos para que se les permita seguir como siempre con sus beneficios, algo que han filtrado esta semana la BBC y otros medios, en pleno prólogo de la cumbre climática, me pide la denuncia, el insulto, el mandarlos a la mierda y todo eso.
Pero en Italia, de donde viene la expresión, la finura que faltaba se achacaba a los políticos expuestos por no hacer sus corrupciones discretamente (se le adjudica a Andreotti, experto en nadar y guardar la ropa). No es que la sociedad fuera demasiado burda y se ofendiera por esos contubernios y maridajes, lo poco elegante era que nos enteráramos los demás. Por ejemplo ha faltado finezza en que tras años de demora en consensuar un gobierno de los jueces se hayan puesto a hacer el mercadeo de intereses tan sin pudor que hasta los propios responsables han carraspeado al apuntar sus excusas. Muy fino, desde luego, no les ha quedado.