ice el Ministerio de Igualdad que está trabajando en un protocolo para acabar con algunas conductas en las empresas que pueden ser consideradas como acoso y, entre ellas, hablan de las "miradas impúdicas". Vaya por delante el reconocimiento y apoyo a todas las propuestas que alejen y erradiquen las conductas discriminatorias por motivos de género, pero créanme, hay algunas ideas que rayan el esperpento.
En muchos momentos, y este es uno, me remito al sentido común, ese gran desconocido e inexplorado. ¿Quién decide lo que es una mirada impúdica? ¿No hay un halo en todo esto de censura, un aroma más propio de épocas pasadas y casi olvidadas, donde desde el poder se decidía lo que estaba bien y mal y, de paso, lo que era pecado o virtud?
Claro que es necesario un protocolo, y, desde luego, tenemos mucho que avanzar en la igualdad, pero con políticas serias, rompiendo los techos de cristal, generando oportunidades en las empresas para todos y todas. Esto queda muy lejos de buscar pensamientos impuros reflejados en los rostros de nuestros compañeros demonizados.
La formación, la educación en igualdad son las claves. Aportar los recursos para que podamos aspirar a lo mismo. Desterrar políticas discriminatorias, eliminar sus raíces y generar espacios comunes entre todos, donde con el mismo talento, hombres y mujeres tengan las opciones de crecer laboralmente.
Alcanzaremos la igualdad real cuando eliminemos propuestas que buscan etiquetar a los hombres con debates estériles y nos centremos en lo importante. No podemos dejar de defender la libertad de pensamiento y acción con el límite del respeto a los demás, mientras trabajamos con la educación y los valores, que son la base, y sobre todo, debemos creer en nosotras mismas. Así sí podemos, así sí lo lograremos.