e repente, el CIS ha hinchado el globo de la izquierda. Le devuelve la esperanza perdida, aunque en medio de la incredulidad y la sorpresa. Es verdad, Pablo, que aún quedan 12 días, como le invoca apremiante Ángel Gabilondo, pero ni siquiera el PSOE sigue poniendo en duda que la derecha tiene mucho terreno ganado para sumar mayoría absoluta. En cambio, con su encuesta flash tras el primer -y quizá único- debate televisivo, donde una irritante Isabel Díaz Ayuso no perdió ni tampoco sus rivales removieron conciencias, Tezanos ha tensionado la campaña. Ya lo hizo ante el 14-F en Catalunya insuflando las expectativas de Salvador Illa y, al final, no anduvo desacertado. De momento, con estos datos, la coalición de Moncloa cree que aún es posible dar el sorpasso al espíritu de Colón; la derecha empieza a contener el aliento cuando ya se las prometía felices; y el fascismo recupera su esencia y ríe impúdico las amenazas de muerte a sus rivales porque se ve decisivo. Un inesperado decorado, agitado por la visceralidad anímica que provocan las nuevas dudas sobre la suerte final y, desde luego, vilipendiado en su espíritu democrático por los usos nauseabundos de Vox. Lamentablemente, no se descarta que alguien rentabilice la trifulca creada.
En Ferraz, hasta hace dos días, rumiaban la derrota, desfondados y solo creían ilusamente en el milagro de que el PP dejara sin el 5% a la ultraderecha. Seguían maldiciendo aquel día en el que todo empezó a joderse en Murcia y que les ha traído desde entonces por el camino de la amargura en la Comunidad de Madrid. Despotricaban de esos marketinianos que fiaron a la sombra de Pedro Sánchez el nuevo orden político a una moción de censura negociada sin colmillo retorcido. Suspiraban por sufrir el menor estropicio posible. Hasta que Tezanos les levantó la moral. Hay partido, les vino a decir con un sondeo de urgencia que revoloteó el avispero electoral porque muchos le dieron credibilidad. Otros sociológicos siguen pensando que el resultado será otro y hay quien denuncia que el CIS ha quitado 11 escaños a los populares. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, la duda ha desplazado a la confianza entre los populares y la izquierda se conjura para proyectar una unidad de acción como reclamo para recuperar a quienes ya habían bajado los brazos. El entusiasta candidato de Ciudadanos simplemente se desespera clamando en el desierto por un puesto, imposible, al lado del PP.
Los analistas menos contaminados han venido augurando que la mayoría absoluta bailaría la noche del 4-M entre dos y tres escaños. Vaya, que podría repetirse la angustia del anterior recuento. Una perspectiva que acaba de saltar por los aires.
Antes de que se enfangaran los debates -denigrante la fotografía resultante en la Ser, que se explica sola- y Tezanos meciera la cuna, Díaz Ayuso arrasaba bien sola o en la compañía que más le gusta, retando a Sánchez y enarbolando el madrileñismo ofendido. En el otro lado, solo sobresalía la pujanza acreditada de Mónica García. La honradez del intelectual Gabilondo le impedía cobrarse la pieza de los despropósitos de la insultante presidenta y Pablo Iglesias parecía asumir su condición de derrotado. Desde ayer ya nada parece igual.
El merecido boicot a la reaccionaria candidata de Vox ha armado a la izquierda y, al mismo tiempo, compromete la posición de Díaz Ayuso porque deberá decir al lado de quien está cuando se envían balas por carta. La solidaria reacción de socialistas y Más Madrid con Iglesias recarga las pilas de un granero electoral porque con estas respuestas contestatarias se recupera la conciencia de lucha contra denigrantes expresiones, propias de una derecha guerracivilista. Una contundente reacción que permite espolvorear dosis de una ilusión que se antojaba bastante marchitada por unas previsiones siempre negativas. A esta remontada también puede contribuir una respuesta timorata de la presidenta. Ahora bien, tampoco es descartable que en otra de sus vacuas piruetas envuelva la respuesta ante tan deplorable amenaza contra la vida de varios políticos mezclando el terrorismo de ETA, el traslado de presos y las transferencias de prisiones. Constituiría una calculada evasiva para así no morder la única mano que le puede satisfacer. Una triquiñuela que tampoco los suyos le afearían demasiado. Cuando está en juego mucho más que la presidencia de la Comunidad de Madrid no hay lugar para la ética ni el decoro. Solo vale gobernar sin mirar el precio.