e los creadores de "vamos a salir mejores de esta crisis", ha llegado la prometedora secuela "con la vacuna se acabó la pandemia". Según el tráiler, para primavera estaremos todos vacunados, podremos apelotonarnos de nuevo y, ya recuperados de este breve mal sueño, nos entregaremos para siempre jamás a la dolce vita que nos merecemos.
Pero la verdad es que el guión se ha torcido un poquillo. De momento, tiene su mérito haber iniciado una campaña de vacunación sin vacunas. O con muy pocas. Claro, nadie había pensado que farmacéuticas y gobiernos antepondrían sus intereses al bien común y apostarían por el acaparamiento y la especulación. Esto era la globalización y el capitalismo, amigos.
Eso sin contar con algún otro detalle, como que la inmunización no es tan efectiva como parecía, que son necesarias varias dosis, que la conservación y distribución es un lío, que se envían menos viales de los prometidos, que la big pharma hace sus chanchullos, que el reparto es opaco o que el orden de prioridades no está claro.
Así que, cómo no, ha habido pequeñas alteraciones. Que sí, que está feo colar a nadie, pero que si tienen que pasar primero el gerente, los delegados sindicales y los curas, pues que pasen. Tampoco se va a enterar nadie. O sí. Pero da igual. Porque no ocurrirá nada. Nos queda la tranquilidad de que, si las fuerzas vivas tienen tanta prisa por pincharse, el jeringazo tiene pinta de ser seguro.
Ya han llegado las vacunas al país de la pandereta. Y, como no podría ser de otra manera, el reparto es coherente con los valores patrios. Al grito de "tonto el último", el personal se apretuja en el camarote de los hermanos Marx pisando la cabeza del prójimo y esperando que le enchufe su cuñado. Sálvese quien pueda. Si esta vez no nos extinguimos como especie, sin duda será un milagro.