uando las barbas de tu vecino veas cortar... Y el Athletic destituyó por fin a Gaizka Garitano. Después de ganar al Elche y colocado en el noveno puesto de la clasificación, a seis puntos de los puestos europeos y a otros seis de los del descenso. No sé qué esperaban los dirigentes bilbaínos pero sí parece que se han echado a temblar antes de tiempo.

La paciencia es una virtud que escasea en el mundo actual. Los balances ya no son anuales, ni siquiera semestrales. Un trimestre de plazo como mucho -cuando no una semana o un día- para tomar decisiones, casi siempre apresuradas, poco reflexionadas y, en suma, erróneas.

Al Athletic llega ahora Marcelino, un entrenador poco apreciado en Bilbao por algunos comentarios e incluso choques con la grada que ahora quizá pueda beneficiarse de la ausencia de público en el estadio para ganar tiempo y granjearse el respeto de su nueva afición con resultados positivos.

Y muy cerca de San Mamés juega el Alavés, con tres puntos menos (18), decimocuarto y con solo tres puntos de margen con respecto al Valencia, el primer equipo situado en el pozo, y cuatro sobre el penúltimo Osasuna. Y esta distancia aún podría menguar teniendo en cuenta que tanto los chés como los navarros han jugado un partido menos que los albiazules.

Cayó Oscar García en el Celta y está muy en cuestión la situación de Míchel del colista Huesca. Los dirigentes tiemblan ante la posibilidad de perder la categoría y los ingresos que proporciona la élite.

Y el Alavés de Josean Querejeta no es precisamente tímido a la hora de cambiar de timonel. Pablo Machín necesita una pronta reacción para evitar males mayores visto lo visto en equipos con aspiraciones similares.

No sé cómo quieren los dirigentes del baloncesto que fluya el espectáculo con doce partidos al mes, viajes continentales incluidos. Decía Ivanovic que el cansancio no existe, que es una cuestión mental, pero yo creo que hasta el montenegrino deberá claudicar hasta reconocer que este abotargado calendario complica demasiado el quehacer de sus pupilos y que adquirir cierta regularidad en el rendimiento se convierte en una misión casi imposible.

El sábado fue contra el Andorra, hoy mismo en Berlín, el jueves contra el CSKA, el domingo en Málaga... Y solo se trata de la primera semana de un mes infernal que pocos saben cómo acabará y, todavía más inquietante, que consecuencias deparará en el futuro tal acumulación de esfuerzos. El presente es demasiado duro y las secuelas pueden ser aún peores.

No pasan los años por este cuasi sexagenario piloto. Ya me dirán qué pinta a su edad en el Rally Dakar -así se sigue llamando aunque hace ya tiempo que no circula por allí- y con aspiraciones de ganarlo, además. Si ya cuenta en su palmarés con dos Mundiales y tres Dakar y tiene al hijo bien colocado en la Fórmula 1, ¿qué más quiere?

Por eso mismo es tan grande y tan admirable. El imaginario colectivo todavía le recuerda por aquel "Trata de arrancarlo, por dios" de su copiloto Luis Moya a 500 metros de una meta que, con solo atravesarla, le habría coronado campeón del Mundo de Rallys en 1998.

22 años después, Carlos Sainz se quedó relegado en la etapa prólogo de este Dakar por un pinchazo pero remontó hasta el liderato el domingo. Ayer perdió algo más de tiempo por un problema de potencia en su motor, pero que nadie se confíe porque este hombre solo disfruta con las victorias.