a la impresión de que la sociedad en la que vivimos nos lleva a ser personas bastante individualistas, más preocupados por el bien propio que por el bien colectivo. Pero como estamos acostumbrados a convivir con otros, es muy difícil que se pueda vivir absolutamente aislado y de espaldas a la realidad como Peter Lim, el dueño del Valencia. No tiene ninguna empatía con la afición valencianista, muy extremista, también hay que decirlo, pues pasa de apoyar a su equipo cuando los resultados son favorables a criticarlo despiadadamente cuando se tuercen. Ahora están de uñas con él porque los ha ninguneado desde siempre y nada lo puede arreglar. El colmo ha sido este verano con la venta de la columna vertebral que ha dejado una plantilla descabezada. Hoy en día los aficionados deben ser conscientes de que cuando una persona, o sociedad, compra un club de fútbol las medidas las va a tomar según sus propios intereses, no si les agrada a sus abonados. Si los seguidores valencianistas hubieran conocido de cerca a uno que estuvo por aquí€
Además, el entrenador está enfrentado con el presidente porque le prometió cosas que no ha cumplido y se quiere marchar. Y cuando peor parecía que estaba el club deportivamente -tres derrotas consecutivas y un empate-, que no socialmente que está pésimo, golea al Madrid antes del parón; en la antesala de su visita a Vitoria tenía que ser. Los buenos resultados suelen calmar hasta al más histérico, pero a estos valencianistas no los aplaca ni un fuerte fármaco sedante. El último partido que se celebró con público en Mendizorroza fue precisamente ante el Valencia; en estos meses -el de esta semana ha sido el undécimo- se han desarrollado ante una circunstancia jamás vista: sin público, sin lo que aportan los aficionados desde las gradas. Ahora bien, si alguien ha salido ganando con que no haya gente en el campo es el presidente singapurense del Valencia, que no tiene que soportar las salidas de tono y los insultos de sus cada vez más excitados abonados. No hay mal que por bien no venga, pensará equivocadamente.
En el preámbulo del partido se guardó un respetuoso minuto de silencio en memoria de Tomás Juarros, exdirectivo del Alavés en los años 60 y alavesista de pro, que nos dejó hace apenas un mes. Compartió ese tiempo de recuerdo con las víctimas de la violencia contra las mujeres y con el exjugador Bernal (1968-69 y 1972-73). Asimismo, el Valencia lució brazaletes negros por su exjugador, exdelegado y consejero, Juan Cruz Sol fallecido el pasado día 10. Una persona afable y buen anfitrión que se desvivía por sus invitados como lo pude comprobar en los años que visité Mestalla. No ha tenido el Valencia un representante mejor que él.
Echaba de menos la Liga. Sobre todo porque los partidos de la selección son tan intrascendentes como poco seductores, al menos para mí. Sucede que en el mejor momento albiazul de la temporada, en cuanto a resultados se refiere, debía hacer un descanso obligado. Y estas suspensiones casi nunca le sientan bien al Deportivo Alavés (la anterior, hace un mes, después de la victoria ante el Athletic, se tradujo en derrota ante el Elche). Menos mal que el domingo se alcanzó al menos un empate tras abrazar durante mucho tiempo la victoria. No pudo comenzar mejor el choque para un motivado y comprometido Alavés ya que en su primera aproximación al área rival remataba a gol Ximo Navarro un córner lanzado por Lucas en una estrategia perfectamente ejecutada. Poco más tarde, el lateral, espectacular en esta primera parte, realizó una gran jugada que acabó en penalti transformado por Lucas Pérez. Era el inicio soñado. A partir de ahí un equipo muy organizado y disciplinado no permitió que el rival pusiera en apuros la portería de Pacheco.
Pero lo peor estaba por llegar. El segundo tiempo no se pareció en nada al anterior. Creyendo que ya estaba todo hecho el Alavés se centró únicamente en defender el resultado. Bastante mal, por cierto. Los jugadores se amontonaron cerca de su portero, pero sin orden ni concierto. Y el equipo poco a poco se fue descomponiendo de nuevo, y tan fatigado que se le hizo demasiado largo este período. A esto ayudó también Machín con sus sorprendentes cambios. A pesar de unos primeros treinta minutos inmejorables hay que dar por buenas las tablas porque el rival, en una gran segunda mitad, mereció la victoria a los puntos. No creo que el empate aplaque el enojo blanquinegro con sus dirigentes, y no sé con su intermitente equipo. A los albiazules se nos ha quedado una cara de tontos que no sabemos a quién echar la culpa entre unos cuantos meritorios que tendrán que analizar el porqué de un inesperado batacazo que incluso pudo ser mayor. La buena suerte no es eterna.
Los buenos resultados suelen calmar hasta al más histérico pero a estos valencianistas no los aplaca ni un fuerte se- dante
Creyendo que ya estaba todo hecho el Alavés se centró únicamente en defender el resultado. Bastante mal, por cierto