Parece que vamos estando todos. Tanto en la demarcación autonómica como en la foral ya tenemos casos de coronavirus. No escribo cuántos porque intuyo que hasta el momento de la publicación de estas líneas el marcador puede quedarse viejo. Digo marcador porque se diría que estamos en una suerte siniestra de Carrusel deportivo donde cada positivo se canta como aquel célebre gol en Las Gaunas. Y según salta la noticia, hay un intrépido reportero informando a pie del hospital que corresponda. Si lo piensan, no deja de ser un poco chorrada desplazar un equipo hasta el centro sanitario solo para que aparezca de fondo, como si para creer lo que se nos cuenta, los espectadores necesitáramos ver el edificio donde está el agraciado (o sea, el desgraciado) en la lotería infausta del contagio.

La cosa es que según lo he escrito, empiezo a pensar que es así, del mismo modo que también empiezo a considerar que si los medios tiramos tanto al amarillo con estas cuestiones, quizá sea porque hay una alta demanda de la morbosa farlopa. Pone uno la oreja por ahí y constata que ocho de cada diez conversaciones van sobre el asunto. Lo mismo se cruzan chistes negrísimos, que se pontifica sobre el origen del bicho en un laboratorio de Wuhan, se dice de-buena-fuente que las autoridades sanitarias nos ocultan datos o se asegura que no sé qué medico ha dicho que la enfermedad es apenas resfriado común.

Yo lo vivo conteniendo la respiración, no exactamente por evitar el virus, sino porque me veo incapaz de pronosticar en qué va a acabar esta pesadilla. Cruzo los dedos para que pronto en ese marcador que les mentaba ganen las curaciones.