Nadie, en principio, termina en la cárcel por gusto, porque nadie, se supone, quiere quedar privado de libertad. Pero como en casi todo en la vida hay excepciones, como pueden atestiguar en Guadalupe, territorio francés de ultramar situado en el Caribe.
Allí un abuelo hizo todo lo posible para acabar en prisión. No es que buscara un último recurso para tener un techo y comida, sino que su intención era puramente solidaria, incluso conmovedora. El hombre, de 69 años, solía visitar la cárcel para ver a su nieto, que se encuentra preso, y en uno de sus encuentros comprobó que había sido agredido por otros reclusos, que le habían roto un diente. Así que no se le ocurrió otra cosa que intentar terminar él también en el centro penitenciario para poder proteger o al menos acompañar a su nieto.
Atraca un supermercado
El anciano ideó una estrategia para ser encarcelado y la llevó a cabo a finales de septiembre en Sainte-Rose, al norte de Guadalupe. Este exbombero ya jubilado entró en un supermercado tapado con un pasamontañas y con un rifle escondido en el carro de la compra. Cogió una botella de vino y un trozo de queso Emmental y exigió que le entregaran el contenido de la caja registradora. Un dinero que no le interesaba; sólo quería ser detenido y condenado a pena de cárcel.
Como la comisaría de Pointe-à-Pitre se encontraba justo al lado, poco tardó la Gendarmería en dar con él, mientras se dirigía caminando tranquilamente con el carro hacia su coche, que se encontraba en un aparcamiento exterior. Según cuentan medios locales, el comandante, Mathieu Morda, elogió la "gran profesionalidad" de sus hombres ante "una intervención compleja", debido a que se encontraron con "un individuo encapuchado que empujaba un carrito de la compra, quien al acercarse intentó sacar su arma". Pero lograron desarmar y arrestar al hombre, un "perfil completamente inédito para un agresor", según destaca el comandante.
No irá a la cárcel
El anciano, que fue procesado por robo a mano armada, agresión con agravantes y rebelión, se enfrentaría en condiciones normales a una pena de prisión de entre tres y cinco años, con lo que habría logrado su objetivo de entrar en la cárcel. Pero la admisión de su culpa, la ausencia de antecedentes y sus problemas cardíacos influyeron en la decisión del Tribunal Penal de Pointe-à-Pitre, que le condenó a quince meses, con lo que no entrará en prisión.
Eso sí, tendrá que indemnizar a las víctimas, recibir tratamiento psicológico y no volver a entrar ese supermercado. Pero al menos podrá seguir viendo a su nieto en la cárcel como visitante, no como preso.