Viajar fuera suele convertirse en una auténtica aventura desde el minuto uno en el que comienzas a organizarlo todo.
Tras cerrar los vuelos y el alojamiento, son muchos los que dedican largas horas a leer en guías y en Internet todo lo que puedan sobre el país al que viajan: cambios de moneda, idioma, horarios, comidas, museos, transporte, restaurantes, costumbres,... Un largo etcétera para intentar conocer en muy pocos días el lugar al que están a punto de llegar.
Así lo hizo una pareja de Vitoria, que como dos turistas más, viajaron a uno de los destinos de moda elegido por millones de personas cada año.
Sus aguas termales, la grandiosidad del Danubio y el patrimonio arquitectónico se mezclan con otros ingredientes para configurar la receta perfecta para una escapada de tres o cuatro días.
Y es que como dicen, los mejores viajes empiezan desde que decides un destino, y en este caso fue Budapest.
A más de media hora del centro
Con todo planeado desde hacía semanas, una pareja de Vitoria aterrizó hace unos días en el centro de la capital húngara con muchas ganas de conocer de cerca todo lo que habían leído: el impresionante Parlamento, subir a Buda, un crucero por el Danubio de noche, las famosas termas, su cocina tradicional, el barrio judío,...
A pesar de haberse alojado a más de media hora del centro de la ciudad, este destino que cada vez atrae a más viajeros dispone de una amplia red de transporte público con metro, autobuses y tranvía.
De hecho, su metro es el más antiguo de Europa, tras el de Londres, con cuatro líneas que cubren una gran parte de la ciudad.
Así que para descubrir esta ciudad histórica europea, la pareja de Vitoria eligió el autobús urbano durante su primer día en Budapest.
Autobuses muy puntuales y con una amplia frecuencia que les permitía desplazarse por varias partes del centro.
Imposible bajarse en la parada que querían
Sin embargo, al acceder al urbano por primera vez no tuvieron en cuenta "el truco" de la gente local para no tener problemas con el conductor y poder bajarse en la parada deseada.
A estos vitorianos les fue imposible bajarse en el destino que habían elegido, la famosa Plaza Erzsébet donde se sitúa la noria, a pesar de haber pulsado varias veces uno de los botones situados en el interior del autobús para solicitar la parada.
El conductor hizo caso omiso y las puertas no se abrieron. El autobús siguió avanzando y en un segundo intento, el 'abrir y cerrar' de puertas fue tan rápido que solo a uno de los dos le dio tiempo a bajar.
En ese momento, no entendían por qué no se volvían a abrir las puertas, a pesar de que un pasajero se había quedado dentro y de que "el conductor era consciente de la rocambolesca situación", tal y como aseguran los protagonistas de esta historia.
Quejas de otros pasajeros
Ante los ruegos y las quejas continuas de otros pasajeros, el conductor decidió abrir la puerta unos metros más adelante y dejar bajar al turista.
Horas más tarde, al volver a montar en un autobús para regresar al hotel, decidieron fijarse en qué hacían los locales para no equivocarse de parada, y descubrieron la clave: máxima rapidez.
Se dieron cuenta de que los vecinos de Budapest ya se sitúan de pie en las puertas de salida de los autobuses urbanos con mucha antelación para poder bajar rápidamente (mucho antes incluso de solicitar la parada) porque el tiempo que concede el conductor a los pasajeros es realmente breve en comparación con los urbanos de Vitoria y de otras ciudades del entorno.