Nadie tiene una bola de cristal para predecir cómo acabará esta mágica temporada. Incluso cabe la opción de que esta semana se produzca un cruel desenlace de la fase regular de la Euroliga y el Baskonia quede descabalgado de la pelea por el 'Top 8' tras 33 jornadas en posiciones de privilegio.
Sin embargo, casi nada se le puede reprochar ya a este embaucador grupo, sostenido por una admirable propuesta que ha devuelto la ilusión a la grada, contagia por su desinhibido baloncesto y cuya química sobre la cancha bien merece pagar una entrada cada jornada.
En vísperas de la madre de todas las batallas en El Pireo, el equipo de Joan Peñarroya se ha cargado de moral e ilusión asaltando el liderato de la ACB. Ya mira por encima del hombro a Real Madrid y Barcelona, dos transatlánticos a los que no tiene nada que envidiar esta temporada en ningún aspecto pese a su inferioridad a nivel presupuestaria.
Catorce años después, el Baskonia lucha codo con codo con merengues y blaugranas por el liderato de la fase regular de la ACB, algo que consiguió por última vez en la temporada 2008-09, si bien ello no fue óbice para levantar luego el título.
Lo cierto es que el conjunto vitoriano afronta la final ante el Olympiacos en uno de los momentos más dulces, tanto de juego, físico y, sobre todo, de cabeza. Es la oportunidad de propinar un golpe sobre la mesa y demostrar que, lejos del Buesa Arena, también es capaz de poner en práctica ese baloncesto dinámico, centelleante y de elevadas revoluciones que le lleva a alcanzar unos guarismos ofensivos espectaculares.
No se puede obviar que esta campaña se le han indigestado algunos rivales asequibles lejos de Zurbano en la Euroliga, pero no cabe duda de que tanto el cuerpo técnico como los jugadores merecen un voto de confianza. Así se desprende de los números de ensueño y las magníficas sensaciones que desprende este Baskonia, el colectivo más volcánico del Viejo Continente que encabeza el ranking de puntos a favor en la ACB y la máxima competición.
En otra dimensión en el Buesa Arena
Es en casa donde el voraz baloncesto azulgrana entra en otra dimensión. De los 31 partidos al calor de su afición, ha ganado 27 –tan solo el Tenerife, el Barcelona, el Olympiacos y el Mónaco han profanado el templo alavés– y en 12 de ellos ha alcanzado o superado la centena de puntos. El elevado número de asistencias, triples o contragolpes por partido es un indicativo perfecto de la alegría con la que compite el Baskonia, aunque lejos de las fronteras se ha topado con muchos rivales que han cortocircuitado esa facilidad para ver el aro rival.
Es un grupo descarado y sin miedos que baila al son de Thompson pero se nutre del veneno de Marinkovic o el multiusos Giedraitis, del carácter guerrillero de Costello, la plasticidad de Hommes, la extrema solidez de Kotsar, la mano de seda de Díez o el trabajo de intendencia de Raieste y Kurucs.
Howard, el jugador que despertó la admiración del planeta baloncestístico en la primera parte de la temporada, se halla inmerso en un bajón que, por fortuna, no está penalizando los objetivos colectivos.
Todos aportan
Incluso da la sensación, viendo el minutaje de los principales baluartes de la plantilla, que Joan Peñarroya va con el freno de mano echado en muchos compromisos a nivel doméstico. Como si se guardara una quinta o sexta marcha para, llegado el caso, dar la puntilla a su rival en un final igualado.
El técnico catalán prometió a su llegada al Buesa Arena que involucraría a todo el mundo en la rotación. Pues bien, muchos meses después se puede decir bien alto que aquellas palabras del técnico catalán no eran un brindis al sol ni nada por el estilo. Los canteranos o Dani Díez son piezas de máxima utilidad que no solo dan minutos de refresco a los titulares sino que pueden ofrecer un alto nivel dentro de un ecosistema casi perfecto en el que contadas piezas chirrían.
El Baskonia, por tanto, depende de sí mismo para atar los dos objetivos a corto plazo: el pasaporte para el Top 8 de la Euroliga y el liderato de la fase regular. Para formar parte de la flor y nata continental necesita vencer en El Pireo o, en su defecto, aguardar la derrota del Zalgiris en Múnich. De cara a la segunda meta, quedan ocho finales (Tenerife, Fuenlabrada, Joventut y Girona a domicilio y Obradoiro, Breogán, Gran Canaria y Barcelona en el Buesa).