Una relación larga y consolidada. Con contrato hasta este próximo mes de junio, Moncho Fernández no piensa en lo que ha de venir en el futuro. Vive al día. Centrado en el presente. Eso sí, lo de este gallego licenciado en Historia va camino de batir todos los récords.

Decimotercera temporada seguida ya en el Obradoiro. ¿Cuál es el secreto para haberse mantenido tantos años, algo que en el deporte profesional no es lo habitual?

Quiero pensar que es porque los que estamos aquí vamos consiguiendo los objetivos que nos marca el club y eso nos permite continuar. Es el fruto de muchas cosas bien hechas. Para que un mismo cuerpo técnico esté en un sitio tanto tiempo hace falta que muchas cosas salgan bien. El secreto es que funcionen todas las partes de eso que llamamos familia obradoirista: club, afición, entorno y que en lo deportivo vayas consiguiendo los objetivos que te marcan.

La gente se suele aburrir de ver siempre las mismas caras, pero viendo el cariño que le tiene su afición ese no parece su caso...

Me siento muy querido y muy arropado. En las maduras y sobre todo en las duras, que son más habituales aquí en Santiago. La gente nos quiere mucho, eso lo notamos y es un impulso enorme desde el punto de vista anímico.

¿Qué le da a la gente del Fontes do Sar y que dan ellos a Moncho para ese amor mutuo tan profundo?

Es un amor incondicional. La gente es muy apasionada con el equipo, le quiere mucho y siente los colores. El cariño que me dan a mí, se lo darían a cualquiera que estuviera al frente del banquillo. La gente es consciente de que les necesitamos para conseguir los objetivos. Estamos en una ciudad pequeña, donde todo el mundo es muy cercano y en mi caso, en la grada hay muchos amigos, familia, gente que conozco hace muchos años. Esta es mi ciudad, por lo que el factor afectivo quizá es más marcado que para un entrenador de fuera.

Se le podría considerar el Ferguson del baloncesto dada su longevidad en un mismo club. El escocés llegó a estar 27 años seguidos en el United. ¿Cómo lo ve?

Eso son palabras mayores. Pero bueno, el hecho de poder realizarte en un mismo sitio, en mi caso en mi ciudad, pues es magnífico. Eso sí, sir Alex Ferguson es una leyenda y va a ser muy difícil que alguien consiga superar esa marca, más allá de algún entrenador de baloncesto universitario norteamericano. Es algo muy complejo.

Acaba contrato este año. ¿Han hablado ya sobre su futuro?

No. Ahora mismo estamos totalmente centrados y metidos en la vorágine de la competición, que es lo importante ahora mismo.

¿No le ha tentado dar el salto a otro club o a alguna liga extranjera?

Bueno, siempre respondo lo mismo, que el deporte profesional es una cuestión de presente. El deporte es el día a día y yo lo que siempre he hecho es centrarme en lo más inmediato. Cada verano han ido llegando las renovaciones y he seguido aquí porque el club me ha querido. Yo soy muy feliz, mi familia también... Estamos en la liga Endesa, en el equipo de mi ciudad. Hay muchos factores. Antes de estar tanto tiempo aquí, he entrenado en Gijón, Murcia, Los Barrios, Lugo. La vida de un entrenador lleva implícito el nomadismo y tienes que estar abierto a esto, porque si no, no puedes escoger esta profesión.

Quizá el sentimiento de pertenencia a su club y el hecho, tal y como ha señalado en más de una ocasión, de que los jugadores, la entidad y la afición son como su familia, ¿hace que sea muy difícil verle fuera de Santiago?

Es lo que he dicho antes. Vivo el presente y ¿pensar en lo que pueda pasar en el futuro? Bueno, quizás en algún momento puedas pensarlo, pero la verdad es que no le dedico mucho tiempo. Me centro en lo que viene ahora y lo que tenga que pasar pasará. Además, a lo largo de la vida, las personas van cumpliendo años y no soy el mismo ahora que tengo 53 que cuando tenía 30. Pero bueno, para mí lo importante es estar en un sitio donde quieran que estés, sea en Santiago o en Indochina. Cuando llegue el momento llegará, pero ahora me parece un ejercicio vano pensar que va a pasar contigo dentro de un año.

Otro aspecto curioso de su carrera es el hecho de que llegó a compaginar la docencia con los banquillos. ¿Cómo lo hacía?

Era un baloncesto amateur. Estaba de entrenador ayudante en Gijón, en la ACB en el año 2000. Después tuve que escoger y me dediqué al baloncesto profesional y me embarqué en esta aventura que me ha llevado hasta aquí. En aquel momento tampoco sabía si iba a volver a ser docente o no. Lo compaginas como cualquier otro compagina su profesión con su pasión. Durante el día me dedicaba a ser profesor y por las tardes y los fines de semana era entrenador.

Viendo al nivel que está llegando la ACB eso ya es algo muy complicado. ¿Qué le parece la competición?

Es una competición magnífica. A veces somos un poco autodepresivos y decimos se ha ido este jugador, se ha ido el otro... Si se ha ido es porque ha venido. Si ahora echas un vistazo a la ACB y miras la nómina de equipos, donde está Baskonia, Valencia, Málaga, Madrid, Barça, Gran Canaria, Tenerife... Equipos que lo hacen francamente bien en el concierto europeo. Ves que es una liga supercompetida, en la que todo el mundo puede ganar a todo el mundo. En la que hay muchos jugadores que después se pueden ir a la NBA o a grandísimos equipos de Europa. La liga es fantástica. Los propios entrenadores que han estado aquí y luego salen fuera, así lo comentan. Es fantástica en todo. En organización, funcionamiento, arbitraje... No solo en el baloncesto propiamente dicho. Además, coincide que son los años pospandemia, pero se están viendo los pabellones a rebosar. Es una competición de máximo nivel. De las mejores de Europa.

Este domingo se va a encontrar con un viejo conocido como Steven Enoch. ¿Cómo valora su evolución?

Lo sigo menos que cuando estaba con nosotros, pero tengo mucho cariño y aprecio y cuando veo jugar al Baskonia me fijo más en él. Es inevitable. Es un jugador todavía joven y en evolución, porque el salto de la universidad al baloncesto profesional europeo es un salto grande. Esta es tan solo su tercera temporada profesional. Es un jugador muy joven, que tiene muchas aptitudes, que tiene un potencial enorme y yo estoy convencido de que lo irá desarrollando.

¿Qué necesita?

Ahora tiene que ir pagando los peajes. Primero fue el de adaptarse a un nuevo basket en España, al baloncesto profesional, estar fuera de su casa, de su entorno, una nueva vida y ahora en un equipo con mayor potencial, con doble competición, tiene que adaptarse a nuevos entrenadores, a esta exigencia. Todavía está en fase de crecimiento, pero repito que creo que es un jugador de muchísimo potencial.

En su día ya se le vio echando al ahora pívot baskonista algunas broncas. ¿Se acuerda?

Alguna, claro. Esto de las broncas le llama más la atención al que te ve desde fuera que al que lo sufre desde dentro. Cada vez que nos vemos Steven y yo nos abrazamos. Él nos ayudó en su día a conseguir nuestros objetivos, nosotros también le ayudamos a él a adaptarse al baloncesto en Europa, pero las broncas de los entrenamientos y de los partidos, a los entrenadores y a los jugadores no nos deja ninguna cicatriz. Apenas un pequeño rasguño.

¿Qué es lo que menos le gustaba?

No me acuerdo especialmente. Está claro que cuando llegó necesitaba un proceso de adaptación. No solo baloncestístico. Cultural, salió a vivir fuera de casa por primera vez. A veces solo los vemos como jugadores y son personas que de repente ven alterado todo su hábitat y no es fácil para nadie. De Steven solo tengo buenos recuerdos y me hubiera encantado que hubiera seguido con nosotros, pero su potencia apuntaba a cosas mayores y así fue.

Por aquí preocupan desde su llegada sus lagunas defensivas. ¿Cree que podrá mejorar en ese aspecto y convertirse en un cinco solvente en ambos lados?

Está aún en época de crecimiento, pero acabará haciéndolo y todo ese potencial que posee acabará explotando.

Hablando de su equipo, una temporada más que notable, tanto que aunque haría falta un milagro están con opciones de jugar la Copa hasta el final. ¿Cómo valora el curso?

Muy contento. Hacía muchos años que no nos veíamos en la última jornada de la primera vuelta con opciones, aunque muy lejanas, de jugar la Copa. Ya solo estar en esa pelea es un motivo de orgullo y eso que hemos tenido problemas grandes como la lesión de Dragan Bender, que estaba siendo nuestro mejor jugador y uno de los más valorados.

El pívot bosnio estaba siendo una de las sensaciones de la liga. ¿Ha hecho mucho daño su ausencia?

Ha sido un duro golpe para el equipo, como la de Westermann. Son cosas que castigan, pero la fortaleza del colectivo nos ha permitido ir sacando las cosas adelante. l