Existían serias dudas acerca de la valía del nuevo proyecto del Baskonia entre la masa social antes del pistoletazo de salida. Se fueron jugadores de primer nivel, algunos objetivos del club pasaron de largo y otros que llegaron a Vitoria quizá no llenaron de primeras a la afición. Pues bien, las dudas se han disipado por completo pese a que las expectativas no fueran muy elevadas.

Cuando ha transcurrido más de un mes de competición oficial ya existe licencia para soñar. El Baskonia había dejado muestras de lo que es capaz en partidos anteriores, pero el triunfo de este domingo ante el todopoderoso Real Madrid sabe a gloria por la forma de conseguirlo tras ese 0-8 inicial que hizo temer lo peor. Tal y como sucedió días ante el Olympiacos, los alaveses supieron rehacerse. Solo que esta vez les sonrió la fortuna en el cara o cruz final.

Este equipo tiene carácter, personalidad y, sobre todo, hambre. Joan Peñarroya ha sido el artífice de devolver la ilusión a una grada sufridora en los últimos tiempos. La exhibición de casta, buen juego, acierto exterior, ritmo y orgullo engulló al Real Madrid en un Buesa Arena de nuevo incandescente. Con una rotación mermada por las bajas de Howard y Enoch, el equipo vitoriano extrajo fuerzas de flaqueza para sumar un triunfo conmovedor y con tintes épicos.

Todos aportaron su granito de arena. Kurucs mejoró por momentos las prestaciones de Thompson en el timón, el cuestionado Díez dejó muestras de su buena mano en su mejor partido como azulgrana hasta el fecha, Hommes se presentó en sociedad con una actuación sobresaliente, Tadas fue de nuevo ese todoterreno total y Giedraitis recuperó su mejor versión de la primera campaña en Vitoria y el dúo Costello-Kotsar no se amilanó ante la poderosa rotación interior blanca. Todo salió a pedir de boca en una noche para el recuerdo.

Nada ni nadie pudieron con un equipo sostenido por una envidiable fortaleza mental. Pese a la clase de Musa, el poderío físico de Yabusele –que el voluminoso interior francés no fuera expulsado por los árbitros tras serle señalizada una técnica tiene delito– o el incansable trabajo subterráneo de Deck, el Baskonia rescató un triunfo de un valor impagable. Ese mate final de Giedraitis llevó el delirio al baskonismo tras un partido repleto de alternativas y en el que Peñarroya movió sus piezas con absoluta maestría

Queda mucho por delante, pero la gran certeza es que el equipo vitoriano tiene una sólida base con la que poder cimentar muchos éxitos en el futuro. Aunque, más que la buena dinámica de juego y resultados, lo mejor de todo es volver a contemplar un Buesa Arena enardecido, contagiado por la garra de los guerreros azulgranas y con las gradas cada vez más llenas. Ese es un síntoma inequívoco de las cosas van por el buen camino. Con Pierria Henry de camino a casa, cualquier cosa es posible ya.