Todo estaba preparado para vivir una tarde especial en el Buesa Arena, pero el Baskonia fue incapaz de aprovechar el tesoro obtenido en la Fonteta y el calor de su público para sellar su pase a la semifinal. De hecho, se podría pensar que el empuje de la afición fue contraproducente para los de Spahija, que estuvieron excesivamente acelerados, tensos y pendientes de los árbitros, lo que provocó su paulatina desintegración.
El conjunto gasteiztarra, alentado por su afición, arrancó el partido mucho más enchufado que el Valencia Basket, sin intención de hacer prisioneros. Baldwin dio la primera estocada con un triple nada más empezar y el Baskonia, con un gran acierto exterior de Fontecchio en los primeros compases, logró construir rápidamente una ventaja de 15-6 en el ecuador del cuarto inicial. Sin embargo, el cuadro taronja no se dejó intimidar por el ímpetu inicial de los locales y poco a poco fue recortando la ventaja gracias a la aportación de Hermannsson y Rivero, que estuvieron mucho más inspirados que en el primer cruce. Tras su respuesta, al cierre del primer cuarto el marcador volvía a estar apretado con el 21-20, dejando sin efecto la esperanzadora puesta en escena gasteiztarra.
De hecho, en el segundo cuarto el Valencia Basket mantuvo su ritmo anotador y otras piezas como Hanlan y Pradilla se sumaron a la fiesta de Rivero y Hermannsson. Los hombres de Spahija comenzaron a empeñarse en protestar las decisiones arbitrales, los aficionados se calentaron y esa tensión en el ambiente la aprovechó mejor el Valencia, cómodo en ese papel de villano. Baldwin, uno de los más desquiciados, por los colegiados, intentó hacer la guerra por su cuenta y realizó un mate antológico sobre Rivero que levantó a los seguidores de los asientes, pero acto y seguido el cubano anotaba una canasta y tiro adicional que colocaba el 33-43 en el marcador. Que Baldwin se marchara al banquillo con su segunda personal le vino bien al equipo, que calmó sus ánimos y con la irrupción de Costello y el trabajo de Peters logró reducir daños y desfilar hacia vestuarios solo cinco puntos abajo.
Exceso de revoluciones
De poco sirvieron las charlas del descanso, ya que en la reanudación el partido continuó por los mismos derroteros. Rivero, intratable en la pintura, siguió castigando la falta de contundencia local en la zona y la desesperación de los jugadores azulgranas con los árbitros fue a más. Fontecchio logró recortar distancias y colocar a su equipo a tres puntos, pero el propio alero italiano recibió una técnica por sus airadas protestas y tuvo que ser sustituido por Raieste, desencadenando un parcial de 0-7 que devolvía la ventaja taronja a los dobles dígitos (49-59). Hacía falta rebajar las pulsaciones y Costello y Peters fueron los encargados de hacerlo, trabajándose los puntos y acudiendo a la línea de personal. La muñeca de un inspirado Hanlan, sin embargo, permitía a los visitantes llegar al cuarto decisivo con un colchón de ocho puntos.
Si el partido ya estaba cuesta arriba para el Baskonia, se complicó todavía más cuando Wade Baldwin cometió su cuarta falta personal con todavía nueve minutos por disputar. La tensión, el alto número de faltas y la rigurosidad arbitral derivaron en un último cuarto muy trabado, con errores por parte de ambos conjuntos e idas y vueltas en el marcador. Los azulgranas llegaron a situarse a seis puntos gracias a los triples de Costello y Granger, pero entonces apareció la vieja guardia del Valencia Basket. En esos momentos en los que quema la pelota, Dubljevic y Van Rossom anotaron dos importantes triples que ponían al Baskonia contra las cuerdas (70-81). Granger, el veterano local, se dio por aludido y comenzó a hacer la guerra por su cuenta, anotando once puntos consecutivos para su equipo para colocarse a seis, pero una vez más Van Rossom castigó desde el perímetro para encarrilar el triunfo visitante.
El berrinche final de Baldwin no sirvió más que para aumentar la sensación de impotencia que el cuadro gasteiztarra deberá sacudirse de encima si no quiere que su aventura en el play off. Había ganas de celebrar y el Buesa se quedó con las ganas, pero todavía hay una oportunidad para que el pabellón vuelva a abrir sus puertas antes de las vacaciones.