Su fichaje por el Unics Kazán bien avanzado el mes de septiembre ha supuesto una de las grandes bombas del mercado de fichajes en la Euroliga para la temporada 2021-22. El Baskonia, que ayer por la tarde aterrizó en Kazán con una plantilla bajo mínimos, se enfrentará mañana por primera vez a Ovinton J’Anthony Mayo, más conocido al otro lado del charco como OJ Mayo. Número 3 del draft de la NBA en 2008 para más señas y el clásico Bad Boy al que una mala cabeza ha impedido tener una carrera de éxito en el deporte de la canasta.

La visita del conjunto vitoriano a Kazan permitirá a este frustrado proyecto de estrella del baloncesto norteamericano disputar su segundo partido bajo la batuta de Velimir Perasovic. Quien se mantiene como uno de los iconos del Baskonia tiene una ardua tarea por delante para extraer algo productivo de una incorporación tan rimbombante como repleta de incógnitas debido a su actual estado físico.

El base-escolta de Virginia Occidental, de 33 años, ha dado con sus hueso por primera vez en el Viejo Continente tras una carrera que en los últimos tiempos venía dando excesivos tumbos. A partir de 2016, año en que comenzó su declive tras violar la política antidrogas de su país, las puertas de la NBA han estado completamente cerradas para este talento universitario cuya conducta en muchos momentos de su trayectoria profesional ha sido cualquier cosa menos ejemplar. No en vano, fue el primer jugador en ser inhabilitado en las última década tras Chris Birdman Andersen en 2006.

Sus exóticas recientes experiencias en países como Puerto Rico (Atléticos de San Germán), Taiwán (Dacin Tigers y Taipei Fubon Braves) o China (Yongsheng Basketball Club y Liaoning Flying Leopards) atestiguan el descrédito de un jugador con 573 partidos a sus espaldas en la competición más glamurosa del mundo, repartidos entre los Bucks, los Grizzlies -aquí fue compañero de Marc Gasol- y los Mavericks.

Su debut con el Unics en la Euroliga, única competición que puede disputar al no estar inscrito en la VTB League -competición en la que también existen los manidos cupos- no pudo ser más decepcionante. En la derrota ante el Efes, OJ Mayo acabó con -5 de valoración tras quedarse en blanco en los algo más de diez minutos de juego. En concreto, malogró sus tres lanzamientos de campo, perdió un balón, recibió un tapón y cometió una falta.

Considerado en su día por la cátedra estadounidense como un jugador capaz de haber dado el salto directamente desde el instituto a la NBA tras entrenar con, entre otros, Kobe Bryant, Kevin Garnett o Jason Kidd, el actual timonel del Unics pronto dio más la nota por sus desmanes fuera de las canchas que por su buen juego.

En enero de 2007, por ejemplo, fue sancionado por agredir a un árbitro tras ser expulsado en un partido. Ahí comenzó a perder toneladas de prestigio un jugador que ese mismo año ya sería citado por el Departamento del Sheriff del Cabell County por posesión de marihuana. En 2011, el base ingresó en el programa antidrogas debido al consumo de esteroides, lo que motivó una primera sanción de diez partidos.

Lejos de intentar convertirse en un chico bueno, OJ Mayo reincidió hasta verse apartado durante dos años de las canchas. Nunca se hicieron públicas las sustancias consumidas para preservar su derecho a la intimidad, pero según estipula el reglamento de la NBA, un jugador puede ser suspendido por consumo de heroína, cocaína, LSD o anfetaminas. Puede que en la gélida Kazan disponga ahora de la última oportunidad para reengancharse a la élite de este deporte.

“Quitarme el baloncesto es lo más parecido a estar en la cárcel. Desde que he tenido 6 ó 7 años, siempre he jugado una temporada. Es el punto más bajo de mi vida: no estar en la NBA. Todos mis compañeros están jugando y yo no por culpa de mis errores. Si me quitas el balón, ¿Qué más puedo hacer?”, fue su autocrítica en 2017 en una revista.

En 2016 fue sancionado con dos años sin jugar tras violar la política antidrogas y hoy en día compite por primera vez en Europa