Dusko Ivanovic es un técnico con las ideas muy claras. Para lo bueno y para lo malo. Casi siempre trabaja con lo que tiene sin alzar en exceso la voz, pero como cualquier otro compañero de profesión tiene sus predilecciones en cuanto al perfil de jugadores, sobre todo los hombres saltos.
En este sentido, no todos son capaces de amoldarse hoy en día a su particular filosofía, orientada desde sus primeros compases en Vitoria hacia un baloncesto agresivo, dinámico, vertiginoso y, sobre todo, cada vez más atlético y físico. Tras el proceso de selección natural, algunas piezas le chirrían por su falta de carácter o ambición. Y otras, en cambio, porque sus características chocan frontalmente con sus necesidades sobre la pista. Entonces, el traumático divorcio emerge como única solución.
El Baskonia ha prescindido ya en este mercado estival de dos de los cincosque estuvieron el pasado curso a sus órdenes, en concreto el residual Ilimane Diop y el cumplidor Tonye Jekiri, de largo quien más minutos acumuló bajo los tableros pero que tampoco era su ojito derecho ni nada por el estilo.
Youssoupha Fall, nominado para abandonar el barco azulgrana al inicio del verano, todavía resiste en Vitoria. Nadie duda a estas alturas de la película de que si el gigante senegalés de 221 centímetros pertenece todavía al Baskonia es porque no ha sido posible colocarle en otro lugar, en parte por su elevada ficha. Ivanovic y Fall son incompatibles y así ha quedado claro durante el tiempo que llevan conviviendo bajo el mismo techo.
Echando la vista atrás y salvo honrosas excepciones, el técnico de Bijelo Polje nunca se ha sentido cómodo en Vitoria con los pívots de más de siete pies ni con aquellos que adolezcan de movilidad. Entre las misiones que les encomienda se encuentran la de abrir el campo -algo para lo que se precisa una buena mano-, salir a muchos metros del aro para defender el pick and roll rival o adaptarse a la defensa de cambios automáticos, algo que lógicamente jugadores pesados y de un gran tamaño son incapaces de conseguir.
A nadie le sorprende que Ivanovic apostase la pasada campaña durante muchos tramos de los partidos por un trío de pequeños. Se sacrificaban el músculo y los centímetros en aras de buscar otras virtudes que Ivanovic considera indispensables para el buen funcionamiento colectivo.
Estaba claro que la cuerda interior del Baskonia iba a recibir este verano una brusca sacudida y finalmente los pronósticos se han cumplido. Se marchó Diop al Gran Canaria y, mientras los focos apuntaban a Fall como el próximo en hacer las maletas, es Jekiri quien ha dado con sus huesos en Kazán pese a ser el cinco que más presencia tuvo cinco.
Durante su ciclo en Vitoria, Ivanovic ha tenido una relación de amor-odio con numerosos pívots, de ahí que el Baskonia deba hilar fino con los recambios de los dos jugadores africanos en un mercado muy reducido. Descontando a figuras de la talla de Luis Scola, Tiago Splitter, Dejan Tomasevic, Fabricio Oberto, Victor Alexander o Kornel David, por los que cualquier entrenador mataría por tenerlos a sus órdenes, hubo nombres de un perfil más bajo que lo pasaron realmente mal bajo la batuta del sargento de hierro balcánico.
Ahí están los casos de Richard Petruska, Rashard Griffith, Andrew Betts, Rubén Wolkowyski, Esteban Batista o el polémico Will McDonald, todos ellos incapaces de ser una referencia interior en el Baskonia sin que el culpable de los males fuese siempre Ivanovic. Un 2,17 como Stanko Barac, en cambio, sí cuajó un último gran año en Vitoria antes de ser traspasado al Efes. En los despachos de la dirección deportiva, por tanto, ya saben el perfil que mejor encaja.
Diop, Fall y Jekiri se suman a otros interiores que no triunfaron a las órdenes del montenegrino durante sus dos ciclos anteriores