usko Ivanovic, porque de la Liga que acaba de ganar el Baskonia será siempre recordado su nombre por encima del resto, nos ha vuelto a enseñar que, en ocasiones, la realidad es más bonita que los sueños. Esta frase que acuñó por primera vez hace ya una década, y a la que volvió a recurrir el martes cuando el equipo acababa de alzar un título después de diez años de sequía, quedó grabada a fuego en el imaginario baskonista como muchas otras que el técnico regala cuando saca a relucir su vena filosófica.

Por él sabemos que el cansancio no existe y solo se encuentra en la mente de cada uno; que la nostalgia y la esperanza son los dos asesinos más crueles, ya que no te permiten disfrutar del presente; o, su última reflexión, que si al sufrimiento se le da sentido se convierte en motivación y placer.

Cuando el pasado día de Navidad aterrizó en Vitoria por tercera vez en su carrera, nadie esperaba que tuviese guardado un regalo semejante. Su objetivo principal fue recuperar el carácter del Baskonia, del que él mismo es una de las señas más claras, y levantar el ánimo a un colectivo hundido psicológicamente. No rendirse, no bajar los brazos, pelear hasta el último segundo... En resumen, nunca dejar de creer.

La inquebrantable fe duskiana que señala que nada es imposible si se cree en ello y se trabaja para conseguirlo. Solo hay dos alternativas. Desertar o abrazar el manual del duskismo como si fuera una religión que seguir a pies juntillas. Y, a los hechos hay que remitirse, Ivanovic ha conseguido con creces que sus jugadores crean en él. Un ejército que ha seguido a su general hasta las últimas consecuencias para salir victorioso de su gran batalla y quedar así registrado con letras de oro en los anales de un club hoy sonriente y que hace unos meses era un alma en pena.

Más allá de haber conquistado un nuevo título que viene a engrosar unas vitrinas que llevaban tanto tiempo como diez años sin recibir nuevos inquilinos -los más jóvenes del baskonismo solo habían disfrutado de ellos en las reposiciones televisivas o en los vídeos que se pueden encontrar por la red, pero desconocían lo que era disfrutar en vivo con un trofeo-, Ivanovic ha devuelto al equipo ese carácter que él mismo reseñó que echaba de menos a su llegada.

Como club, al Baskonia no se le pueden exigir títulos teniendo en cuenta el entorno en el que compite. Llegaron con asiduidad hace años, cuando su economía distaba mucho menos que en la actualidad de los grandes transatlánticos y el acierto en la detección de talento rozaba el pleno. Aquellas plantillas contaban con grandes estrellas europeas pagadas a precio de tal y muchos de ellos volaron desde Vitoria directamente a la NBA para brillar también allí.

Un repaso a los nombres actuales habla bien a las claras que esos tiempos son parte de un pasado lejano -Tornike Shengelia es el único que puede entrar en esa definición-, pero esa merma no debería significar directamente el hundimiento que, también con muchos problemas incontrolables, se produjo en el arranque del curso. Perder entra dentro de lo posible, pero en la idiosincrasia baskonista -empezando por el propio presidente, Josean Querejeta- no competir no se contempla entre los parámetros admisibles.

Los días pasarán y el cuarto título liguero quedará archivado en vitrina y memorias. Un momento de felicidad dentro de un futuro inmediato complicado por la crisis provocada por el coronavirus, de inciertas consecuencias todavía en muchos aspectos. Lo que es evidente es que los ingresos se van a reducir para todo el deporte y que el baloncesto se verá seriamente sacudido también por sus enormes problemas a la hora de generar recursos propios.

Habrá que ver hasta dónde alcanzan las consecuencias, pero lo que es claro es que en Valencia el título supuso el final de un proyecto que abre las puertas a la enésima reconstrucción del club. La referencia dentro del vestuario en los últimos años, Tornike Shengelia, dirá adiós al Buesa Arena y varios de los recién proclamados campeones le acompañarán en la despedida. Pocas cosas hay claras (apuesta por los jóvenes de la cantera, Vildoza, Fall, la continuidad de algún veterano con buen rendimiento...), pero hay una que es segura. Dusko Ivanovic seguirá al frente del banquillo. Y con él a los mandos de la nave, el baskonismo nunca dejará de creer.