- La pasión azulgrana se mantiene intacta en la nueva normalidad. Ni el azote de la pandemia durante los tres últimos meses, ni la hasta ayer interminable década de espera para volver a coronarse como monarcas de la Liga Endesa han mermado un ápice la ilusión, empuje y ganas de la hinchada baskonista. Todos ellos, desde los más veteranos a imberbes adolescentes, volvieron a saborear lo que supone proclamar a los cuatro vientos el grito de campeones, tras anotar Luca Vildoza la canasta del triunfo.

Tuvieron que contener la respiración en los diez segundos finales y soltar la rabia de los diez últimos años, tras el fallido lanzamiento triple desde la esquina. Algún veterano creyó estar ante una reedición de la canasta triple de Alberto Herreros, que en 2005, clavó en el corazón del Buesa.

En pleno éxtasis de celebración del triunfo y, como si de una acción previamente organizada se tratara, los vítores y abrazos se tornaron en gritos de admiración y pleitesía hacia Dusko Ivanovic, artífice del nuevo milagro azulgrana.

La agonía y sufrimiento de los instantes finales nada tuvo que ver con la placidez y confianza con la que los seguidores azulgranas se apostaron en el interior de los bares y las terrazas de Gasteiz, a 570 kilómetros de La Fonteta, como si se trataran de las butacas de un desértico Buesa Arena ayer. Media hora antes del salto inicial se tornó en tarea complicada hacerse con una silla libre en los bares del Ensanche o del Casco Medieval.

Los veinteañeros Xabier del Campo e Ignacio Cervero encabezaron el nutrido grupo de una decena de amigos que se apostaron en el Toba ataviados con sus bufandas y camisetas. "Ya toca volver a ganar una Liga después de diez años", fue la lapidaria y visionaria frase, que ambos espetaron al escuchar la primera pregunta. A pesar de la década transcurrida, por sus venas corre la sangre azulgrana y con nostalgia rememoraron la ya penúltima liga conquistada por el Baskonia, en el año 2010, cuando ambos estuvieron presentes en el coliseo azulgrana y gritando enfervorizados la canasta con tiro adicional de Fernando San Emeterio.

En la mesa contigua a esta cuadrilla, otro grupo de veinteañeras amigas, Maitane, Irati y Nerea, sufrieron y disfrutaron por la "sorpresa" de ver al equipo "preparado" para volver a levantar el trofeo. Las tres fueron visionarias al vaticinar el desenlace "ajustado" de la gran final enfundadas en su camiseta azulgrana.

También en la terraza del bar Toba, que ejerció como improvisado graderío del pabellón de Zurbano, Asier Maitane y Ane, pronosticaron el desenlace del partido que devuelve el trofeo de Liga a Gasteiz. "El mejor del torneo ha sido Polonara, pero hoy -por ayer- el gran protagonista va a ser Vildoza", asintieron los tres. Dicho y hecho. Pocos minutos antes de las 22.00 horas la terna de veinteañeros se desgañitó y saltó de sus asientos cuando el base argentino embocó la canasta ganadora.

En otro local de la calle Cercas Bajas, la cervecería Alt, que rezuma baloncesto desde que se accede al interior, cuadrillas de amigos y aficionados ataviados con la zamarra azulgrana coincidían en vaticinar un resultado favorable para la ordenada tropa de Dusko Ivanovic.

con aforos limitados La excepcionalidad que ha implantado el coronavirus convirtió el desenlace del título de la ACB en una sucesión de extrañas situaciones. Una de ellas se vivió en los bares del corazón de la almendra medieval que decretaron los locales de la Cuchillería. Los propietarios ejercieron de improvisados porteros para impedir que se rebasaran los aforos máximos decretados.

El conocido 1, fijó en un centenar de personas el número máximo. Enfrente de este local, el Okendo rebajó del centenar de clientes habitual a solo 35 las personas permitidas para ver la retransmisión. Otro mítico local como El 7 también cerró a 83 personas las que pudieron ver arremolinados en las sillas los sufrimientos y alegrías del equipo. El ambiente baskonista, se tiño de azulgrana con las bengalas encendidas en el intermedio de la final y cuando peor pintaba el desenlace. Los postreros triples de Janning y la canasta de Vildoza, desataron una alegría y fiesta baloncestística esperada desde hace una década y enmarcada dentro de la extraña nueva normalidad.