Vitoria - Tras la diáspora de las primeras jornadas, la Euroliga alzó con éxito el telón en el Buesa Arena. Un solvente Baskonia regaló ayer a sus fieles un triunfo de lo más convincente que le permite seguir el ritmo de la cabeza. Salvaguardar su integridad como local se antoja básico para echar el aliento en la nuca a los grandes transatlánticos de la competición y el primer examen en este sentido resultó a pedir de boca. Fue superior de principio a fin a un Olympiacos muy empequeñecido respecto a campañas precedentes y en el que el incombustible Spanoulis ya no infunde el pavor de antaño ante el inexorable paso de los años.
Más allá de la consabida pérdida de pujanza en las filas griegas o de que el genio nacido en Larissa ha perdido frescura en sus piernas, el maratoniano azulgrana mostró por fin las primeras hechuras de lo que pretende ser durante esta temporada: un colectivo duro y pegajoso atrás, dinámico y letal en el juego de transición con un líder sobresaliente (Shengelia) que marcó las diferencias.
El ala-pívot georgiano, bien rodeado en esta ocasión, fue la punta del iceberg de un equipo con el cuchillo en la boca que puso de manifiesto la fragilidad anímica del Olympiacos más endeble que se recuerda. Al margen del oficio y los recursos del capitán, el factor desequilibrante de una velada teñida de color azulgrana pese a cargarse de faltas tras el intermedio, emergieron otros brotes verdes para mantener a raya a un Olympiacos que, a falta del talento y la exuberancia física de sus temporadas más doradas sí opuso en el epílogo algo de orgullo para evitar una escabechina mayor. Sin embargo, a duras penas minimizó daños tras una noche en la que jamás pudo contrarrestar la intensidad, el ritmo y la contundente pegada de los vitorianos.
un éxito básicamente coral Si el Kirolbet aspira a inmiscuir su figura en el Top 8, no puede hacer concesiones al amparo de sus aficionados. Pues bien, en el primer test de la máxima competición dejó síntomas esperanzadores. Manejó con suficiencia un partido en el que jamás perdió la compostura, apenas consintió licencias al Olympiacos y encontró múltiples soluciones que impidieron al visitante meter el miedo en el cuerpo.
Si Shengelia fue el faro al que se agarró a la hora de sumar canastas con regularidad, también se benefició de la envergadura de un Fall deslumbrante con sus incontables rebotes y su intimidación, de la chispa de Vildoza, del trabajo de fontanería de Garino o de los aguijonazos de Stauskas desde el 6,75. El canadiense está vivo pese a que sus primeras actuaciones indicaban precisamente lo contrario.
El Baskonia encontró un buen ritmo anotador desde los primeros compases de la velada con varios jugadores implicados en la tarea de destapar las débiles costuras helenas. Shengelia fue un incordio para Printezis con su estético juego de pies en el poste bajo y Stauskas dejó por las primeras pistas como francotirador, mientras que el ingreso de hombres de refresco como Fall y Garino diversificó más si cabe las amenazas de un anfitrión alavés que disputó los mejores minutos desde el pistoletazo de salida al nuevo ejercicio.
A nivel numérico, la superioridad del georgiano y del senegalés en la pintura fue incontestable. El primero destrozó a Printezis y el segundo amargó la existencia a todo aquel que osó merodear por su zona. Sus intangibles fueron igual de decisivos por mucho que luciera bastante más el trabajo del capitán. Pese a que el Olympiacos dio todas las facilidades del mundo y acreditó en el Buesa que dista mucho de ser el equipo antipático y rocoso de antaño, nunca conviene subestimarle. Aun con sus imperfecciones y una plantilla envejecida, el cuadro griego aprovechó una pájara azulgrana en la recta final del segundo cuarto para agarrarse al partido gracias a tres triples consecutivos de Cherry, Spanoulis y Paul.
Fue el único tramo donde existió un cierto temor a un conato de rebelión por parte de los hombres de Kemzura. Por lo demás, el Baskonia siempre consiguió llevar la delantera en el marcador. A medida que avanzaron los minutos, impuso más si cabe su ley ante un visitante que se tambaleó durante toda la velada. En definitiva, la noche soñada para el bautismo continental en la cancha de Zurbano, únicamente de uñas con un desquiciante arbitraje.
DICTADURA INTERIOR Shengelia fue una pesadilla para el Olympiacos merced a su gran juego de pies en el poste bajo y sus tiros abiertos. El georgiano estuvo muy bien acompañado por el gigante Fall, absolutamente desequilibrante gracias a su abrumadora superioridad reboteadora y su trabajo de intimidación. Fue una pareja demoledora.
INTENSIDAD Y RITMO ELEVADO El Baskonia compareció con el cuchillo en la boca desde el salto inicial e impuso su ‘tempo’ con suficiencia. Salvo en la recta final del segundo cuarto, el cuadro vitoriano siempre manejó a su antojo un partido en el que siempre llevó la delantera en el marcador y destapó las débiles costuras del Olympiacos.
Inmenso en todas las facetas y autor de un sobresaliente repertorio ofensivo. Su liderazgo sostuvo durante toda la noche a un solvente Baskonia. A un rebote de las dobles figuras.