El Baskonia ambiciona La Cuarta. Órdago en toda regla para conducir a las vitrinas del Buesa Arena un título que se le resiste demasiado. Por si existía alguna duda, su hambre no está saciada tras regresar ocho años después a una final. Todavía le sobra hambre de gloria, un espíritu irreductible y, sobre todo, el gen ganador inherente a su época más gloriosa. La tropa azulgrana asestó ayer el primer mazazo a un Real Madrid sorprendido por la conmovedora respuesta azulgrana, recuperó el factor cancha y podrá rematar un éxito desbordante al amparo de su afición.
Ni síntomas de desgaste tras la extenuante semifinal ante el Barcelona ni ningún tipo de acomplejamiento en la guarida del vigente campeón de la Euroliga, sabedor de que tiene un miura enfrente ante el que deberá picar más piedra. Capitaneado por un niño cuya madurez está sorprendiendo a propios y extraños (Vildoza), sus merecimientos para establecer el 0-1 quedaron fuera de toda duda. Siempre llevó la delantera en el marcador, resistió la voraz embestida del Real Madrid en el cuarto final a los hombros de Carroll y acreditó nuevamente una espectacular fortaleza mental para golpear en primera instancia.
La estabilidad de los vitorianos enmudeció el WiZink Center, que pasó del éxtasis por asistir a la rehabilitación de los suyos (82-79) al funeral de la posterior caída. El bisoño argentino, una apuesta arriesgada de Pedro Martínez para los minutos calientes, dirigió como los ángeles la orquesta. Sus tablas al frente del timón, la raza de Shengelia para capturar un rebote ofensivo tras un error ante el aro local y la infalibilidad desde el tiro libre, traducida en un excelente pleno (12 de 12) a partir del minuto 37, permitieron al Baskonia dar el primer mordisco al Real Madrid.
Pablo Laso apostó por su vieja guardia pretoriana al inicio del último cuarto y el conjunto merengue hizo renacer viejos fantasmas. Sin embargo, el Kirolbet acertó nuevamente a recomponerse y tiró de orgullo para agarrarse a un partido que había adquirido muy mala pinta. Con un elevado ritmo, llevó al Real Madrid al límite y siempre con la lengua fuera. El equipo de Laso, siempre fue un paso por detrás, añoró la mejor versión de Doncic y acabó devorado por su ternura defensiva. Los triples de Carroll no le libraron de la quema.
voigtmann provoca desajustes Con la sorprendente inclusión de Vildoza, de nuevo inocente a la hora de acumular faltas pero que destapó el tarro de las esencias cuando el anfitrión debía ser ajusticiado, el Baskonia siempre compitió de tú a tú y extrajo una recompensa de oro. Pese a la gigantesca oposición de un interminable caboverdiano que atemorizó cualquier intento de aproximación debajo del aro, terminó encontrando una fórmula ganadora. Tavares impuso su ley ante un empequeñecido Poirier, pero ello no evitó el dominio azulgrana sustentado en un óptimo trabajo coral y un férreo trabajo atrás que redujo de forma drástica los guarismos atacantes locales.
El desquiciamiento del Real Madrid tras verse muchos minutos por debajo del marcador se vio encarnado en Doncic y Rudy. El esloveno fue un aliado con una errática toma de decisiones y el exceso de verborrea del balear en sus protestas a los árbitros se tradujo en una técnica. Con todo, el Kirolbet no pudo extraer provecho a su mejor juego. Sus pequeñas ventajas de, a lo sumo, seis puntos, gestadas con la pegada de Timma y la marcha de Tavares al banquillo -Poirier revivió cuando Ayón fue su sombra-, se esfumaron en la recta final del segundo cuarto en cuanto Carroll empezó a destapar su vena como desatascador desde el 6,75.
Tras el descanso, la consigna de Pedro Martínez fue clara para evitar la alargada sombra del interminable interior merengue. Balones fuera hacia Voigtmann para que Tavares saliera de su lugar de influencia y su capacidad intimidatoria perdiera muchos enteros. El alemán satisfizo de forma notable su cometido con varias dianas y una enorme capacidad para provocar desajustes en el Real Madrid. Para que la fiesta fuera completa, el arrojo de Beaubois en las penetraciones y el instinto asesino de Janning volvieron a poner en órbita al Baskonia, autor de un parcial de 4-15 en los tres minutos finales del tercer cuarto. Pese a sufrir un ataque de vértigo en las postrimerías, el conjunto vitoriano mantuvo la compostura con un héroe inesperado. Vildoza, bajo sospecha durante muchos meses, se agigantó en el tramo final para liderar un triunfo que vale su peso en oro. La convicción del albiceleste ilustra el ADN azulgrana: descaro, sangre en los ojos, nulo miedo a la gloria y ambición tatuada en la frente.
Un niño prodigio. Al contrario de lo esperado, este calificativo no fue para Doncic, sino para Vildoza. El base argentino dirigió como los ángeles en una recta final donde el Baskonia amenazaba con venirse abajo ante la resurrección local.
Desajustes de Voigtmann. Los pívots azulgranas vivieron un calvario durante muchos minutos ante los interminables brazos de Tavares, pero tras el descanso Pedro Martínez decidió abrir el campo con Voigtmann para sacar al gigante caboverdiano de su zona de influencia.
Entereza mental. El Real Madrid se colocó tres puntos arriba a dos minutos para la conclusión (82-79), pero el Kirolbet resistió las embestidas locales y dio el primer mordisco a su rival.