vitoria - El 2017 ha sido un año realmente amargo para el Baskonia, perfectamente capacitado para haber disputado las dos finales domésticas de Liga y Copa o también haber asomado la cabeza en la Final Four de la Euroliga en Estambul. Sin embargo, a la postre se quedó a medio camino y con la sensación de que se le escurrió de las manos un botín mayor. En las dos primeras alcanzó las semifinales, mientras que en la máxima competición se coló entre los ocho mejores. Buenos resultados a nivel global que, sin embargo, dejaron un regusto muy malo en las altas esferas y la afición por el sinfín de oportunidades que se fueron al limbo.

Y es que el equipo vitoriano pudo y debió acabar con su larga travesía por el desierto -son ya ocho años alejado de los focos de la finales y los títulos-, pero flaqueó en el peor momento de la mano de un técnico (Sito Alonso) que no convenció a Josean Querejeta desde el principio y vería rescindido su segundo año de contrato para hacer hueco a Pablo Prigioni como nuevo inquilino del banquillo. Varias derrotas hirientes en el Buesa Arena ante el Real Madrid en Copa, el Valencia en la ACB o Zalgiris y Panathinaikos en la Euroliga fueron una losa muy pesada para el Baskonia, cuya columna vertebral de lujo (Larkin-Hanga-Shengelia) llegó exhausta a los momentos de la verdad debido a la controvertida gestión realizada por el ahora técnico del Barcelona. El nuevo y maratoniano formato de la Euroliga hizo que todos los grandes afrontaran muy desgastados la fase decisiva, algo de lo que se aprovechó el Valencia Basket para convertirse en el sorprendente monarca liguero.

El 2017 también ha sido un año de mucha inestabilidad en la plantilla y el banquillo. Siempre con las miras muy ambiciosas, Querejeta trató de retener a sus estrellas con suerte desigual y prescindió de piezas que habían acabado un ciclo como Tillie o Blazic. Shengelia mantuvo su taquilla dentro del Buesa Arena, pero el esfuerzo para retener a Larkin o Hanga resultó baldío. Si la elección de Sito Alonso ya despertó algunas dudas, la apuesta por Prigioni tampoco trajo los réditos deseados. El argentino, un icono del baskonismo que a primeros de año ya sobresaltó a todos con el repentino anuncio de su retirada como jugador, purgó su inexperiencia en un puesto que le vino demasiado grande desde el primer momento.

Su dimisión, un gesto poco habitual en el mundo del deporte, ha precipitado la enérgica reacción azulgrana de la mano de Pedro Martínez, que ha sabido dotar al Baskonia de un encomiable espíritu competitivo. El 2017 también deja como curiosidad la fallida apuesta por dos fichajes de relumbrón como Andrea Bargnani y Jordan McRae. Las lesiones han hecho mella en el poste italiano, todo un número 1 del draft, y el exterior estadounidense.

La positiva inercia ganadora de los últimos tiempos hace concebir grandes esperanzas de cara al futuro. Pedro Martínez y sus chicos tienen ante sí al reto de volver a hacer del Baskonia un conjunto ganador que conduzca algún título a las vitrinas del Buesa Arena. Materia prima hay para ello, aunque de momento las lesiones no están concediendo la más mínima tregua a un grupo que necesita estar fino a partir de febrero.