Vitoria - En apenas cuarenta y ocho horas el Baskonia ha protagonizado dos películas que perfectamente podrían englobarse dentro del género de la ciencia-ficción. La única, pero fundamental, diferencia es que en la velada de anoche le correspondió desempeñar el papel de antagonista. Si el miércoles en Milán el conjunto vitoriano estuvo a punto de rubricar una remontada increíble tras endosar un parcial de 3-23 a un adversario que saboreaba desde hacía tiempo una victoria que creía asegurada, ayer se situó en el otro lado del set cinematográfico. De esta manera, estuvo a punto de caer presa de su propia descomposición.

Algo con lo que nadie se hubiera atrevido a soñar siquiera durante los dos primeros cuartos, cuando el combinado de Pedro Martínez, con un Shengelia desatado, firmaba una de sus mejores actuaciones del curso para someter a un Barcelona completamente grogui. O mucho menos cuando, a falta de 2.31 para la conclusión del tercer cuarto, el Baskonia alcanzó su mayor renta del partido. Veinticinco puntos de diferencia (70-45) que parecían augurar un paseo para los alaveses en lo que restaba de encuentro.

Sin embargo todo se rompió de repente y, poco a poco, la película fue cambiando de género para asemejarse cada vez más a un film de terror. Un miedo que se apoderó progresivamente del combinado vitoriano, que veía como su rival se le acercaba en el marcador sin poder hacer absolutamente nada para evitarlo. Todo lo que antes eran aciertos se transformaron en errores incomprensibles y la inesperada consecuencia no tardó demasiado en consumarse. Un demoledor parcial de 4-29 que llevó el duelo hasta un increíble empate a 74 a falta de 5.26 el final. Lejos de mejorar, el escenario aún se complicó más para el cuadro local, que afrontó los últimos 47 segundos del duelo uno abajo (81-82).

Entonces, en un último giro de guión, los de Pedro Martínez recuperaron un mínimo de serenidad para cerrar el choque con un happy end.

El ala-pívot georgiano materializó canastas de todos los colores durante este intervalo, si bien sobresalió su portentoso acierto desde el 6,75 con cuatro ‘bombas’. Oriola y Moerman no encontraron la forma de reducir su inmenso caudal anotador.