De Pablo Prigioni ya se sabía que era un tipo visceral que durante su etapa como jugador mantuvo sonados encontronazos con entrenadores del máximo prestigio o que nunca se mordió la lengua en sus afirmaciones. En su quinto partido como entrenador de élite, mucho antes de lo que supondría la lógica, el argentino también ha puesto de manifiesto ya cómo se las gasta en esta nueva faceta de su carrera deportiva cuando las cosas no vienen bien dadas.

El argentino sobrepasó ayer una raya peligrosa en el Fernando Martín de Fuenlabrada con un comportamiento injustificable en un profesional. Si el calentón con aires pendencieros ante Óscar Perea y Antonio Conde fue premeditado con el fin de incentivar el orgullo de los alicaídos jugadores del Baskonia, su actitud podría llegar a tener un pequeño pase aun a sabiendas de que le fallaron por completo las formas. En caso contrario, no sería entendible desde ningún punto de vista a la vista de la contundencia de unas imágenes que dieron la vuelta al mundo en las redes sociales y le pueden acarrear una fuerte sanción de la ACB.

Fuera de sus casillas y completamente desquiciado por el naufragio colectivo de un Baskonia sin rumbo, Prigioni perdió los papeles en las postrimerías del tercer cuarto y rumió su frustración en la figura más débil. Tras una acción protagonizada en el poste bajo por Vincent Poirier que, a su juicio, fue falta por parte de un defensor local, el preparador azulgrana montó en cólera con dos de los árbitros encargados de impartir justicia.

Sus protestas conllevaron una primera técnica que acrecentó su ira y le sumió en una especie de estado de enajenación mental. No tardaría en ganarse la segunda y, por consiguiente la expulsión. Entre medias, miradas desafiantes a apenas centímetros del rostro de los árbitros -impertérritos en todo momento ante su díscolo comportamiento-, y algún amago de zarandeo que obligó incluso a los propios jugadores del Baskonia a mediar para que la cosa no fuera a mayores.

El mexicano Francisco Cruz anotó los dos tiros libres y el Fuenlabrada se disparó hasta el provisional 60-43 que haría prácticamente inviable la remontada. Sergio Valdeolmillos tuvo que hacerse a partir de ese instante con las riendas del equipo vitoriano, que en el último cuarto estuvo a punto de aliarse con la épica para remontar un encuentro francamente cuesta arriba.

Bajo todo ello subyace el hecho de que Prigioni no está viviendo el inicio soñado en su recién estrenada carrera como entrenador. Las derrotas a domicilio, acompañadas de un pésimo juego y la sensación de que el Baskonia carece todavía de una personalidad definida, están minando la moral de un entrenador que, como muchos intuían, está inmerso en su particular cruzada contra la inexperiencia.

Su adaptación a una realidad completamente distinta va más lenta de lo esperado. Dado que los resultados no acompañan, un evidente punto de nerviosismo y tensión están presidiendo su evolución en el banquillo. Con el plantel descompuesto y aún sin dar señales de vida, el argentino evidenció ayer que no está nada cómodo.

Tras caer a domicilio ante el Gran Canaria y el Olympiacos, el Baskonia encadenó ayer un nuevo traspié ante el Fuenlabrada. Lo peor de todo es que el jueves afronta una nueva salida a Tel Aviv en la Euroliga y su nivel lejos del Buesa deja mucho que desear.