Vitoria - Si bien ha cumplido los objetivos que se fijó el pasado verano antes del pistoletazo de salida a una temporada ilusionante, el Baskonia despidió oficialmente el pasado lunes el ejercicio con un decepcionante sabor de boca. Ni la forma de sucumbir ante el Valencia Basket en semifinales ni la imagen ofrecida por el equipo desde la eliminación continental ante el CSKA han sido las esperadas por las altas esferas ni tampoco por una afición frustrada ante el hecho de seguir viendo pasar oportunidades. La travesía por el desierto se mantiene inalterable para un club alejado de los focos de las finales desde el ya lejano 2010 y que no encuentra la pócima del éxito para construir por fin un proyecto ganador.
Propenso a la agitación, enemistado con la paciencia e incapaz de dar continuidad verano tras verano a la espina dorsal de sus plantillas, algo que siempre le obliga a navegar contracorriente y le deja en permanente desventaja ante los rivales directos, todo hace indicar que el próximo proyecto partirá desde cero y registrará importantes novedades. Tanto en el banquillo con la difícil continuidad de Sito Alonso y, sobre todo, en la cancha, donde muy pocos jugadores tienen garantizada su permanencia. Algunos porque acaban contrato, están desoyendo los cantos de sirena para la renovación y se encuentran en el punto de mira de otros clubes europeos y la propia NBA. Y otros porque, aun sujetos a una vínculo con la entidad azulgrana, verán abierta la puerta de salida. En definitiva, la misma historia de todos los veranos.
De más a menos con el paso de los meses y la sensación generalizada de que la ocasión era propicia para, al menos, haberse plantado en alguna final, el uno a uno de la plantilla dirigida por Sito Alonso ha deparado de todo: notables altos, aprobados raspados y varios sonados suspensos que están en boca de todo el mundo. Con carencias estructurales evidentes desde el primer día como la ausencia de un sólido escudero para Larkin, la irregularidad de un perímetro en la que se ha echado de menos la figura de un triplista consumado y, sobre todo, la extrema debilidad interior con una carencia dramática de juego de espaldas al aro, el Baskonia no ha podido ser un equipo redondo y equilibrado. Solo Shengelia ha producido con cuentagotas debajo del aro ante la alergia de los restantes interiores a la pintura, lo que ha redundado en un abuso del triple en gran parte de los encuentros.
el impacto de larkin Ni esas limitaciones que han resultado sangrantes con el paso del tiempo, ni los problemas físicos de su fichaje estrella (Bargnani) le han impedido ser un conjunto competitivo hasta prácticamente el final del curso, aunque el hecho de que el técnico madrileño perdiera en vísperas del play off a Budinger y Luz dejó al Baskonia muy disminuido para afrontar con más garantías el asalto al título.
Entre los hombres que han estado cerca del sobresaliente hay que incluir a Larkin y Hanga. En su primera experiencia en el baloncesto europeo, el impacto del base estadounidense ha sido brutal. Los grandes momentos azulgranas de la temporada han coincidido con su mejor versión, aunque también es cierto que el de Ohio quedó en evidencia en algunos partidos grandes y acabó la campaña asfixiado. Las dudas con Rafa Luz, un timonel honrado que se ha ganado el cariño de todos pero con evidentes limitaciones, obligaron al Baskonia a traer de vuelta a un hijo pródigo como Pablo Prigioni, cuya fulminante decisión de retirarse al poco de llegar a Vitoria pilló por sorpresa a todo el mundo. Otro jugador albiceleste como Laprovittola acudió al rescate mediado el ejercicio, pero tampoco brindó grandes soluciones ni liberó en exceso de responsabilidad a un Larkin exprimido a más no poder.
Lo mismo se puede decir de Hanga, otro de los sostenes del equipo con una regularidad y consistencia notables. Tras acumular minutos a mansalva, el cuerpo de un portento físico como el magiar también ha terminado por resentirse. Shengelia ha representado otra de las noticias positivas, si bien las lesiones tampoco le dieron respiro en su tercer año en el Buesa Arena. Toko ha sido el hombre del equilibrio gracias a su excelso juego de pies y la energía que siempre ha insuflado al Baskonia en los peores momentos.
Tras unos difíciles inicios en los que sorprendió su extraña mecánica de tiro y vivió una laboriosa aclimatación, el rendimiento de Budinger subió como la espuma hasta su inoportuna lesión en vísperas del play off. En su lugar llegó Ledo, que ha cumplido sobradamente las expectaciones y se erigió en el mejor baluarte azulgrana en la fatídica semifinal ante el Valencia Basket. Cualquiera de los dos exteriores americanos podría ser interesante para el próximo proyecto, mucho más si consiguen algún pasaporte comunitario.
dos decepciones sonadas La joven dupla encargada de hacer olvidar el fiasco de Bargnani ha sostenido a duras penas a un juego interior prácticamente irrelevante. Eso sí, poco o más bien nada se puede reprochar a Ilimane y Voigtmann, dos postes que se han multiplicado desde el primer minuto pero incapaces de ser dominantes. El senegalés ha dado otro paso más en su progresión, aunque aún le faltan horas de vuelo y recursos ofensivos para convertirse en la principal referencia interior del Baskonia. El alemán, un clásico pívot moderno reacio a pegarse en la zona, también asumió una responsabilidad desmedida y sus últimos dos meses han sido para olvidar.
No solo ha habido luces durante esta campaña sino también algunas sombras. Blancos de las críticas más ácidas, siempre han figurado dos jugadores que llegaron precedidos de grandes expectativas y finalmente dejaron un poso de insatisfacción. Beaubois debía erigirse en el desatascador para los momentos comprometidos, pero lo consiguió con cuentagotas. Sin embargo, lo que más ha desesperado y enervado al baskonismo ha sido su frialdad, falta de sangre caliente o el hecho de que no haya trasladado su estado de ánimo al exterior.
Nada comparable en cualquier caso la discutible pegada y liderazgo del francés con el estrepitoso fracaso de Bargnani, un pívot de porcelana que confirmó las peligrosas sospechas que precedieron su desembarco en el Buesa Arena. Una apuesta arriesgada en su día por parte de Querejeta para el puesto de cinco que desde el primer día estuvo en boca de todo el mundo por sus reiterados pasos a la enfermería, su físico de cristal y un triste rosario de lesiones que ni siquiera le permitieron disputar el 50% de los partidos con el Baskonia. En las contadas ocasiones que estuvo sano, Il Mago dejó algún destello de calidad hasta ver rescindido su contrato a finales de abril. El divorcio debió llegar antes.