vitoria - Hace tiempo que Kyle Kuric dejó de ser un simple jugador de baloncesto. Es el paradigma de la superación, la vitalidad y la lucha infatigable contra el destino fatal que un buen día le había reservado la vida. Ya no quedan secuelas de ningún tipo de aquel drama personal que obligó al exterior nacido en Indiana a someterse a tres operaciones a vida o muerte para extirpar un tumor cerebral a la postre benigno. Por ello, el escolta del Gran Canaria es una de las grandes amenazas que se interponen en el billete del Baskonia hacia las semifinales de la ACB, privilegiada por seguir acogiendo a un pistolero de primer nivel que despierta admiración allá por donde pasa. Con 12,5 puntos de media y un porcentaje de triples por encima del 40%, nadie diría en su día que estuvo luchando en un quirófano contra la muerte.
Su MVP en la pasada Supercopa celebrada en la cancha de Zurbano, un premio que encogió el corazón al mundo del baloncesto, ya constituyó el primer síntoma de que había vuelto con más fuerza de la que se fue tras una laboriosa rehabilitación que se prolongó por espacio de cinco meses. Aquello no fue flor de un día, ya que su rendimiento posterior ha continuado dejando boquiabierto al personal. Prueba de su peligrosidad para las defensas rivales es un dato estratósferico: esta misma campaña totalizó 42 partidos consecutivos consiguiendo, al menos, un triple. Su álgida racha desde el 6,75 se quebró el pasado 19 de marzo en un encuentro ante el Manresa.
vitoria, inicio del calvario Kuric regresa hoy a Vitoria, precisamente el lugar donde un 3 de noviembre de 2015 el mundo se le vino encima. Un dolor agudo en la cabeza le impidió ese día vestirse de corto ante el Baskonia. El diagnóstico inicial fue una migraña, pero los dolores resultaban insoportables y no pintaba demasiado bien la cosa. Por tanto, los médicos decidieron someterle a una completa batería de pruebas en el hospital Teknon de Barcelona. En realidad, lo que sufría en su cerebro era un maldito meningioma que debía ser quemado en una inmediata intervención quirúrgica.
La noticia constituyó un mazazo y conmocionó no solo a Las Palmas de Gran Canaria sino también a todo el baloncesto mundial. Ningún aficionado no sintió una desgarradora sensación al ver cómo, con los ojos ensangretados de lágrimas, sostenía a sus gemelos recién nacidos en compañía de su mujer. Fue lo que hizo antes de someterse a una operación sin saber si aquella vez sería la última en que vería a sus seres queridos. El proceso de recuperación fue laborioso, pero 159 días después volvió a las canchas convertido en un héroe y un ejemplo de superación. Ante alguien hecho de una pasta especial, tan solo queda quitarse el sombrero. A sus 27 años, su sonrisa es el mejor ejemplo para cualquiera que sufre un problema en la vida cotidiana. - O. San Martín