Vitoria - Se ha convertido ya en un automatismo en esta temporada. Cuando Shane Larkin tiene uno de esos días estelares es muy difícil que el Baskonia acabe sumando una derrota a su casillero, independientemente del rival o del momento de forma del equipo, que ayer recurrió básicamente a una calidad superior para despachar a los zaragozanos. Parece que el equipo aún no ha superado ese largo bache en su juego, difuso ayer salvando brotes oportunos de talento individual.
El problema radica cuando dicho talento se pone excesivamente en peligro. Más de un baskonista estaría ayer con el corazón en un puño en cada una de las acciones que Larkin protagonizó durante el último cuarto, temiendo que el principal foco baskonista de este curso se rompiera definitivamente. Porque todo el mundo disfrutó con el festival del pequeño director baskonista, pero nadie quería ver a la principal figura arriesgando su físico ante un rival como el Tecnyconta Zaragoza y con el partido prácticamente decidido.
La primera parte, eso sí, fue un camino de rosas para Larkin, que se encontró como pez en el agua. Especialmente cuando anotó tres triples consecutivos en menos de un minuto, que le ayudaron a llegar al descanso como máximo anotador con 18 tantos. No obstante, todas las alarmas se encendieron en el banquillo baskonista durante el tercer cuarto, cuando tras una caída el jugador pareció dolerse de la pierna derecha y pidió el cambio. No parecía excesivamente grave, pero Sito lo mantuvo en el banquillo mientras era examinado por los servicios médicos del equipo. El extracomunitario no volvió a jugar en dicho periodo.
De hecho, no volvió a cancha hasta el tercer minuto del último cuarto, cuando solo cinco puntos separaban al Baskonia del Tecnyconta Zaragoza. A partir de ese momento, cual héroe resurgido de cualquier película épica, Larkin asumió galones para echarse el equipo a la espalda y resolver por sí mismo el encuentro. Cada penetración era un sufrimiento. Cada bandeja, una punzada de dolor. Inicialmente en la pierna derecha, luego también en la izquierda. El norteamericano cojeaba con el balón detenido, pero con el cronómetro en marcha se convertía súbitamente en un bólido imparable para la defensa local. La situación llegó a un punto tan crítico que Sito tuvo que alternar entre él y Laprovittola para que el segundo saliese a defender y el primero solo a atacar, como si de un partido de balonmano se tratase. La diferencia ya coqueteaba con la barrera psicológica de los diez puntos para Baskonia, provocando el nerviosismo en el aficionado, que no entendía por qué Larkin seguía en el parqué, con una intensidad nociva para alguien con su estado físico. Finalmente, con 90 segundos por jugarse, Larkin se retiró definitivamente sin que sus problemas físicos fueran a mayores aparentemente.
Al final del encuentro sumó 30 puntos y 6 asistencias para 36 de valoración, con un superlativo 11/17 en tiros de campo. Una muestra más de liderazgo y talento excepcionales, pero también de una temeridad arriesgada que podría haber sido faltal. Al estilo americano.