vitoria - Entre la involución de este Baskonia venido a menos con el paso de la temporada y la llegada de un extraterrestre esloveno al Buesa Arena, la visita del Real Madrid se indigestó ayer por completo. El cómodo colchón facturado en la primera vuelta de la Euroliga empieza a agotarse. Ya son tan solo dos victorias de renta sobre el noveno clasificado y más de uno ve las orejas al lobo ante el preocupante declive azulgrana. Tercera derrota consecutiva en el Buesa Arena y la terca sensación de que, maniatado por completo Larkin en la dirección, la escasez de recursos es manifiesta en medio de una anarquía perniciosa. Ha dejado de disfrutar y ser un colectivo reconocible el Baskonia, previsible a más no poder y reducido siempre a la pegada de su juego exterior, ayer más bien escasa.
No hubo forma humana de hincar el diente a un Real Madrid superior de principio a fin y por momentos sobrado a los mandos de un genio llamado Luka Doncic. Frente a un sólido visitante comandado por un descarado joven al frente del timón cuyo techo no conoce límites, la tropa alavesa firmó un doloroso ejercicio de impotencia. Apenas unas raquíticas ventajas al final del primer cuarto y al inicio del segundo en medio de la concluyente dictadura blanca, encarnada en un caso de precocidad único en la historia. Con la lengua fuera y exhausto por el desgaste sobrehumano que implica ir siempre por detrás en el marcador, el esloveno clavó la espada definitiva con tres acciones sobrehumanas que dejaron al Baskonia herido de muerte.
El niño prodigio del baloncesto europeo comenzó su recital gracias a un palmeo asombroso con la mano izquierda entre un bosque de brazos nublándole la visión, martilleó en la siguiente posesión la débil autoestima azulgrana con otro triple repleto de personalidad y puso las banderillas a los alaveses con una bandeja contra tablero tras pasarse el balón entre las piernas. Su dominio fue insultante. Hasta la grada del Buesa, siempre irascible cada vez que divisa la camiseta blanca, se rindió a su magia y no dudó en ovacionar una acción que se emitirá en los telediarios de todo el mundo.
Consecuencia de la asombrosa exhibición del balcánico y del aciago día de Larkin, maniatado por los centímetros y el poderoso físico del pitbull Taylor, recibió otro baño de realismo un cuadro vitoriano que sigue viviendo de las rentas y ha entrado en una deriva de lo más peligrosa. Mucho peor que las derrotas o que el Buesa Arena haya dejado de ser una fortaleza inabordable para los visitantes, resulta comprobar el individualismo y la pérdida del sentido colectivo que hicieron en su día del Baskonia un rival temible. Solo funciona ya la tropa de Sito Alonso a base de chispazos individuales y se ha difuminado por completo la capacidad para crecer desde el colectivo. Para colmo de males, abundan los jugadores incapaces de revertir su insostenible situación. Larkin y Hanga han perdido frescura, el crédito de Bargnani es inexistente, Beaubois -incapaz de levantar la cabeza y empeñado en hacer la guerra por su cuenta con 17 tiros- volvió a sumar tan solo en los minutos de la basura, Budinger no brinda respuestas como extracomunitario, Blazic y Luz están relegados al ostracismo.... El ejército azulgrana va perdiendo paulatinamente soldados.
Fue a remolque desde los compases iniciales un Baskonia poco clarividente y negado desde el perímetro pero también sostenido a duras penas por su rebote ofensivo y algunos errores blancos desde la personal. Tan previsible como en los últimos tiempos en la ofensiva, donde añora el juego de espaldas de Shengelia, el conjunto alavés se topó con la versión más consistente del Real Madrid en los duelos directos de la presente temporada entre ambos. Aprendió de errores pasados Pablo Laso, que supo plantear un partido incómodo en el que Taylor se erigió en un elemento indescifrable con sus verticalidad y las puertas atrás. Le ayudó, eso sí, el abuso desmedido de los locales en la búsqueda del triple y la escasa aparición de alternativas. Pese a que sus ventajas no fueron definitivas, el Real Madrid se amoldó mejor a un partido en que tanto Llull como Doncic evidenciaron una excelente lectura del juego. El esloveno fue el cuchillo que ajustició al Baskonia en el último cuarto en un Buesa resignado ante la superioridad visitante. Con la cuarta derrota en los cinco últimos duelos europeos, la travesía continental se llena de baches.
Siempre a remolque. El dominio blanco resultó incontestable desde el salto inicial y el Baskonia acabó exhausto física y mentalmente por verse en todo momento abajo en el marcador. El Real Madrid justificó en el Buesa Arena las razones de su liderato en la Euroliga.
Doncic, el niño prodigio. Ante un Baskonia otra vez previsible y sin ningún sentido colectivo en ataque, el esloveno fue la espada que frenó el último intento de remontada con tres acciones prodigiosas dentro del último cuarto.
Larkin, asfixiado. Maniatado por los centímetros y el físico del ‘pitbull’ Taylor, el base estadounidense fue el fiel reflejo de la desorientación azulgrana durante toda la velada.