Vitoria - Los últimos veranos han sido ajetreados en la vida de Sergio Llull, con los Rockets aporreando su puerta sin cesar. Los general managers de la NBA lo tienen claro. El balear, nuevamente la gran amenaza del Baskonia mañana en busca de un nuevo triunfo en la Euroliga, es el segundo mejor europeo que no milita hoy en día en la mejor liga del mundo, de ahí que más de uno ardería en deseos de reclutarle. Únicamente otro base como Teodosic está por delante en las preferencias de los ojeadores estadounidenses, desconcertados por sus reiteradas negativas a codearse con lo más granado del baloncesto mundial en una competición que, apreciadas sus cualidades y su portentoso físico, le sentaría como anillo al dedo.Los derechos de Llull en la NBA están en manos de los Rockets desde 2009 después de que Denver le escogiera en primera instancia en la segunda ronda del draft (puesto 34). La franquicia de Houston viene mostrando un ferviente interés por sus huesos durante los últimos tiempos, pero el anuncio de su renovación con el Real Madrid el pasado 6 de julio supuso un jarro de agua fría. Su excelente actuación ante los Thunder en pretemporada provocó incluso en su cuenta de Twitter signos de exclamación con su nombre por parte de Daryl Morey, el hombre fuerte del conjunto texano en materia de fichajes.
En el deseo de los Rockets, sin embargo, siempre se interpone un muro inabordable que espanta a cualquiera. El Real Madrid le colocó en el segundo escalafón de los jugadores mejor pagados de la plantilla con un sueldo astronómico, solo por detrás de Rudy Fernández. A cambio le incluyó en el contrato una cláusula de rescisión prohibitiva. Diferentes fuentes la cifran en casi 12 millones de euros, de ahí que Llull deba recibir una oferta mareante para que le salgan las cuentas y opte por cruzar el charco.
Convertido en el gran icono madridista de la actualidad tras la marcha de Sergio Rodríguez a los Sixers, el genial exterior de Mahón todavía no se ha visto seducido por los dólares estadounidenses. Mientras otros jugadores con mucho menos talento y una capacidad de desequilibrio ciertamente inferior no han dudado en recalar a cualquier precio en la NBA, en su caso se percibe un apego al Real Madrid que puede hacer inviable el sueño de los Rockets de que forme una pareja de ensueño en el perímetro junto a James Harden.
Cuando se le interroga a Llull sobre su desembarco en la NBA, sus respuestas no dejan lugar a la duda. “Mi sueño no era jugar allí, sino en el Madrid. Cuando uno firma un contrato así, es para quedarse. Soy feliz aquí y quiero ganar muchos títulos”, fueron sus contundentes palabras al comprometerse seis años más con el cuadro blanco.
Entre bambalinas se asegura con insistencia en la capital que ejecutivos de los Rockets siguen viajando de vez en cuando a España para transmitirle lo que ya sabe de sobra, pero él se resiste a dar su brazo a torcer. Al menos, de momento. En el futuro otro gallo puede cantar teniendo en cuenta que en el deporte profesional lo que hoy es blanco mañana puede ser negro. Mientras tanto, Llull es el salvador permanente de Pablo Laso como acreditó en los dos últimos partidos europeos ante el Brose Baskets y el Armani. Pieza indiscutible del ciclo triunfal comandado por el técnico vitoriano, de lo que no hay duda es que contados baloncestistas mantienen esta sorprendente firmeza ante los cantos de sirena americanos. Cerca de la treintena y en la madurez de su carrera, todavía dispone de tiempo suficiente para poner a prueba su electricidad con los mejores.