Cuando alguien comienza a disfrutar de un éxito inesperado no tardan en aparecer las voces -normalmente en susurros al comienzo- que tiran de tópico para advertir a todo el que les quiera escuchar de que “más grande será la caída”. Pues bien, el Baskonia sufrió ayer en Moscú en carne propia esta desagradable experiencia. Una sensación que tardará mucho en olvidar porque el batacazo fue de los que dejan una dolorosa huella por todo el cuerpo. El conjunto vitoriano padeció un descalabro de proporciones épicas y, lo que es todavía peor, dejó al descubierto unas peligrosas debilidades que ya había insinuado en ocasiones precedentes. El golpe es aún más fuerte porque se produjo después de que, durante el primer cuarto, el equipo encendiera el motor de la ilusión de los aficionados azulgranas con argumentos de peso.
Fue, sin embargo, únicamente una breve ilusión. El combustible apenas duró diez minutos y el equipo de Sito Alonso gripó hasta quedarse encallado mientras el CSKA pasaba una y otra vez a su lado a velocidad de vértigo. Ni siquiera hizo el plantel de Sito Alonso el intento de tratar de perseguir a su oponente aunque fuera con una mecánica escasa de potencia. Se limitó a bajar los brazos y aguardar a que una grúa se acercara hasta su posición para sacarlo de la cuneta. O, lo que es lo mismo, esperar a que el final de los cuarenta minutos acabara con su sufrimiento. Y eso, sin duda, es un síntoma muy preocupante para el futuro a corto y medio plazo.
Pese a todo, muy pocos habrían apostado por este desenlace en los albores de la contienda. Aunque visitaba el feudo del vigente campeón de Europa, el Baskonia no se dejó intimidar y compareció completamente deshinibido. La ausencia de Nando de Colo en las filas moscovitas abría una pequeña puerta a la ilusión y el cuadro vitoriano se encargó de empujarla con fuerza durante el primer cuarto para intentar dejarla de par en par. Con un parcial 0-7 de inicio y Larkin tirando del carro con un acierto estratosférico, la escuadra de Zurbano parecía empeñada en dar un puñetazo sobre la mesa que descolocase los planes de su solvente adversario.
Algo que consiguió durante ese primer cuarto. Por dos ocasiones llegó a disfrutar de una máxima renta de doce puntos (6-18 en el ecuador y 15-27 al filo del primer descanso). Gracias a un soberbio 5/6 en triples y a un correcto trabajo defensivo, el Baskonia logró empequeñecer a un CSKA que no encontraba la fórmula para seguir el ritmo alavés. Pese a todo, ya eran evidentes también algunos problemas que se reproducirían con el transcurso de los minutos. El principal, la facilidad con la que los jugadores rusos se hacían con los rebotes en la canasta azulgana para disfrutar de segundas y terceras opciones.
El inicio del segundo periodo supuso el fin del sueño vitoriano. El CSKA, comandado por un Teodosic que se empeñó en ofrecer un clínic de cinco estrellas, enjugó en un pispás la desventaja (29-30, minuto 13) y, a partir de ahí, todo fue rodado para los de Itoudis. Solo gracias a la renta adquirida antes pudo mantener el marcador equilibrado el Baskonia hasta el descanso pera las vías de agua eran tan grandes y evidentes que ya anticipaban claramente el descalabro que estaba a punto de producirse. Nada menos que 32 puntos encajó en ese parcial.
Ni siquiera el paso por los vestuarios sirvió para encontrar la manera de detener la hemorragia. Más bien al contrario, permitió que el rival recargara su arsenal para salir a la pista completamente lanzado y pasar por encima de un conjunto vitoriano que apenas tardó en bajar definitivamente los brazos. Ni ondeando la bandera blanca consiguió contener la voracidad de un depredador que se había sentido amenazado y, en cuanto olfateó la sangre de su víctima, se lanzó a degüello a por ella. Y en eso se convirtió el resto del duelo. El festín de un hambriento CSKA a costa de un Baskonia que se dejó hacer sin la más mínima resistencia.
Defensa inexistente. Desde que arrancó la temporada una de los problemas recurrentes que afectan al Baskonia es su escasa predisposición para el trabajo defensivo. Ayer volvió a ponerse de manifiesto y, excepto en un primer cuarto aceptable en este aspecto, el CSKA apenas debió esforzarse para encontrar puntos prácticamente en cada ataque. El resultado, un demoledor 112 en su casillero.
Teodosic. El serbio es uno de los grandes del baloncesto de la última década y ante el cuadro vitoriano se gustó regalando una auténtica exhibición de dirección y anotación. Manejó el duelo a su antojo para firmar una actuación soberbia.
112
84
Sin respuestas. Cuando el CSKA comenzó a imponer su ley sobre el parqué, el banquillo vitoriano fue incapaz de plantear respuesta alguna. Simplemente dejó que la contienda continuara por los mismos cauces lo que, lógicamente, se tradujo en un correctivo cada vez mayor. Sito se empeñó en mantener sobre la pista a jugadores claramente muy por debajo del nivel aceptable.
Resulta muy difícil encontrar a alguien que destacar. El georgiano, que reapareció tras su lesión, al menos siguió intentándolo con pundonor cuando sus compañeros bajaron los brazos.