vitoria - Nadie quiere regalar algo a estas alturas de la película y, como cabía esperar, el Baskonia está dispuesto a jugar al gato y al ratón con el estado físico de Adam Hanga hasta los prolegómenos del inicio del segundo partido correspondiente al cruce de cuartos de final de la Euroliga ante el Panathinaikos. La entidad del Buesa Arena omitió ayer la posibilidad de ofrecer algún halo de luz respecto a la lesión que padece en su muslo izquierdo el alero húngaro, obligado a retirarse al banquillo el miércoles al sentir un pinchazo en dicha zona en las postrimerías del tercer cuarto.

Fue el propio jugador quien a través de las redes sociales rebajó en la medida de lo posible la preocupación existente en el entorno al asegurar ayer a media mañana que la dolencia no reviste la gravedad que pudo intuirse en un primer momento cuando se retiró de la cancha con ostensibles gestos de dolor. También deslizó que la ecografía descartó la existencia de la temida rotura de fibras, algo que le hubiese borrado por completo de lo que resta de eliminatoria ante los griegos y hubiese supuesto un terrible golpe en la línea de flotación de un Baskonia ya disminuido de antemano por las sensibles ausencias de Causeur y Shengelia.

Al mismo tiempo que tranquilizaba los ánimos con un mensaje previsible, Hanga también confirmó que hoy “no es segura” su participación en la trascendental velada que puede dejar prácticamente sentenciado el pasaporte azulgrana para la quinta Final a Cuatro de la historia en Berlín. A nadie se le escapa que las lesiones musculares suelen ser traicioneras por muy pequeñas que sean -cualquier microrrotura, elongación o contractura tienen un plazo mínimo de recuperación de entre siete y diez días- y siempre existe la posibilidad de una recaída que prolongue el tiempo de baja.

Posiblemente serán las sensaciones del jugador en las horas previas o el propio calentamiento las que dictaminen si será de la partida o, en cambio, es reservado con el fin de no comprometer su presencia en los próximos compromisos previstos en el OAKA. Si hay una noche para ser valiente y arriesgar, esa es la de hoy por el efecto revitalizador que supondría viajar a tierras atenienses con un tranquilizador 2-0 a favor.

explosividad como bandera En el caso del volador magiar, hay un hecho que acrecienta la inquietud. Y es que se trata de un portento físico de la naturaleza que, a menudo, lleva su cuerpo a situaciones límite. Es tal la explosividad en cada una de sus acciones que podría estar expuesto a agravar su pequeña lesión. Desde que viste la elástica vitoriana, Hanga no había padecido ningún percance de esta índole y detrás de él podría estar la desmedida carga de minutos que ha debido soportar desde el inicio de la temporada.

Su principal quebradero de cabeza en el primer año de militancia en Vitoria a las órdenes de Scariolo estuvo centrado en las rodillas. De hecho, se vio obligado a pasar por el quirófano quedándose su rendimiento bastante por debajo de las expectativas iniciales cuando fue reclutado por el Laboral Kutxa en el verano de 2013 con un contrato de larga duración (cuatro años) procedente del Manresa.

Su hipotética ausencia sería irreparable a tenor del espectacular nivel que ha alcanzado en todas las facetas del juego. Tras su cesión del año pasado al Avellino italiano y volver a estar el último verano en el centro de toda clase de rumores, el tres nacido en Budapest se ha convertido en el principal bastión azulgrana del perímetro. Más allá de sus brillantes números, es su descomunal nivel atlético y físico lo que ha causado estragos entre los rivales con una facilidad pasmosa para liderar el voraz juego en transición implantado por Perasovic, apretar las líneas de pase atrás o su trabajo de intimidación en forma de tapones. Termina contrato en junio de 2017, pero nadie duda ya de que dentro de unos meses será un exterior apetecible para cualquier grande del Viejo Continente.