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Sabia batuta. El técnico vitoriano volvió a mover con maestría a sus piezas. Incluso rescató del anonimato a Ilimane ante los problemas de faltas de Iverson y Begic. El Baskonia volvió a ser fiel a un patrón de juego consolidado desde su llegada y los réditos no tardaron en dejarse sentir. Bajo su batuta, el equipo vitoriano lleva camino de volver a ganarse el respeto en la ACB y el Viejo Continente.
Vitoria - Davis Bertans cargó su fusil, rubricó un conmovedor ejercicio de precision desde el 6,75 metros ante la incredulidad de la grada y el Armani cavó su tumba en un santiamén. Cinco minutos volcánicos del efervescente letón, el enemigo más desaconsejable para cualquier forastero apocado que no ponga a su debida hora el despertador, abortaron el tímido conato de insurgencia italiano y allanaron el camino hacia otra victoria rotunda. Al Armani no le quedó entonces otro remedio que sacar el paragüas para capear el temporal posterior en forma de fugaces transiciones y canastas supersónicas locales. Algo que lleva en su ADN este eléctrico Baskonia, capaz de sumir al rival de turno en la depresión cuando entra en combusión.
Ni los más viejos del lugar recuerdan esta altanería para rubricar monólogos incontestables. Tras años de sinsabores, palos de ciego y una prolongada pérdida de identidad, el corazón del baskonismo vuelve a latir con fuerza. El equipo divierte con un baloncesto de fantasía y la afición se frota los ojos. Una comunión perfecta que ayer se vio escenificada ante un Emporio Armani hecho pedazos. Monólogo de principio a fin para asentar el crecimiento azulgrana y un aguijonazo certero a un rival directo con varios cadáveres en nómina para continuar creyendo en el sueño de los cuartos de final de la Euroliga, nada descabellado si el Laboral Kutxa prolonga este estado de euforia absoluta y arranca alguna victoria a domicilio en lo que resta de Top 16. Se desató nuevamente la tormenta perfecta en el Buesa Arena, testigo de otra escabechina de un Baskonia voraz, desatado e imperial. El Armani, una colección de lustrosos nombres abanderados por la desidia y desprovistos de alma, fue el último en sufrir ayer la ira vitoriana.
Otro golpe de autoridad de un grupo cautivador que vive definitivamente el momento más dulce del último lustro y vuelve a imponer respeto en el Viejo Continente. Queda por resolver la asignatura pendiente de los desplazamientos, pero el desembarco de los transalpinos representó otro acicate para mantener la autoestima por las nubes. Como consecuencia de todo ello, se agarró a la Euroliga el conjunto alavés con otra aplastante exhibición que enrojeció los mofletes del tirano de la Lega, convertido en el saco de los continuos golpes propinados por un anfitrión valiente, preciso, inspirado y con el colmillo afilado para hacer sangre.
el valor de la confianza Bertans, un volcán en erupción en los cinco minutos iniciales, acometió la defunción visitante en un visto y no visto. El fuego a discreción iniciado por el francotirador letón, traducido en 16 puntos con cuatro triples y un par de dobles, dejó visto para sentencia un partido más plácido de lo que dictaba el guión inicial. Nada hacía presagiar una puesta en escena de ese calibre. Cuando se despojó las legañas la famélica tropa lombarda, el Baskonia ya había delimitado su territorio con un parcial inicial de 10-0 y adquirido el imprescindible ritmo de crucero para alcanzar la centena de puntos. Porque no levantaría más tarde el Baskonia el pie del acelerador y la aparición escalonada de otras piezas del engranaje sabiamente dirigido por Ibon Navarro endulzaría otro festín inapelable.
La confianza y la sincronización de movimientos son virtudes muy difíciles de conseguir en el baloncesto y el inquilino del Buesa va sobrado de ellas en la actualidad. La formación alavesa no agotó ni mucho menos toda su munición en la álgida matinal ante el Barcelona. Apareció violentamente Bertans de inicio, pero le tomaron el relevo con el paso de los minutos el dinamitador James, el elegante Causeur y el violinista Adams. Pólvora y acierto a raudales para domar a un inofensivo Armani que apenas opuso la clase de Gentile y la fortaleza de un armario empotrado en la zona (Samuels).
Ni siquiera hizo cosquillas el abúlico equipo italiano, incapaz de despertar de sus peores pesadillas desde el salto inicial y que sólo vio la luz en el segundo cuarto (47-35) tras un parcial de 0-10 que activó nuevamente a los locales. Tan sobrado iba el Baskonia que Ilimane salió del anonimato para suplir a la perfección los problemas de faltas de Iverson y Begic. Cuando el estado anímico de un conjunto es el ideal, ninguna pieza desentona.
El fusil de Bertans. Para cuando se despojó las legañas el Armani, Bertans ya había entrado en órbita para guiar un volcánico inicio del Baskonia. Ese 10-0 en dos minutos, sustentado en la mágica muñeca del letón, fue un presagio de lo que acontecería después.
Ritmo infernal. Tras la exhibición ante el Barcelona, el conjunto vitoriano prolongó su estado de felicidad con otra actuación sobresaliente. Es un grupo con la moral por las nubes que avasalla sin piedad a sus rivales con un estilo vistoso.
Un forastero decepcionante. El tirano de la ‘Lega’, plagado de rostros lustrosos pero carente de alma, evidenció que los grandes nombres no hacen siempre un equipo solvente.
Reventó el partido con cinco minutos iniciales de auténtico lujo en los que entró en erupción y sepultó las esperanzas del Emporio Armani. Ha recuperado su idilio con el aro.