vitoria - Cuando se cumplen algo más de dos meses desde su promoción como máximo responsable del banquillo tras la fulminante destitución de Marco Crespi, Ibon Navarro ha disipado por completo las dudas que se cernían respecto a su valía para dirigir una nave de capa caída como el Baskonia. Nadie mejor que un técnico de la casa, conocedor en primera persona de la difícil realidad por la que pasa el club y con la motivación por las nubes ante el reto más importante su carrera, para sacar las castañas del fuego y devolver ese gen competitivo extraviado en el último lustro. Los números y el crecimiento experimentado por el equipo bajo la batuta del vitoriano, cuya apuesta vino motivada, en parte, por las estrecheces económicas de la tesorería, ya están encima de la mesa en espera de un reconocimiento público desde las entrañas del Buesa Arena.
Tras coger una plantilla en estado depresivo que precisaba de varios retoques y también una buena gestión en busca del ansiado equilibrio, el suyo está siendo el éxito de la sencillez, la cordura y la sensatez en la toma de decisiones. Por no hablar de la implantación de un estilo atractivo que está permitiendo al Laboral Kutxa recuperar la complicidad con una grada desencantada por la deriva que estaba viviendo el club. Aquí radica su mejor contribución. Detrás del asombroso golpe de autoridad propinado ante el Barcelona o la excelsa primera parte ante el Olympiacos, sin obviar la capacidad agonística acreditada ante otros gigantes como el Real Madrid, el Efes e incluso el CSKA, aparece el inconfundible sello de un técnico valiente y sin complejos que no se arruga ante nada ni ante nadie.
El vitoriano está sabiendo impregnar un estilo reconocible a este pujante Baskonia, convertido ya en una china en el zapato para todos sus rivales merced a la electricidad de sus posesiones supersónicas, su desbordante frenesí ofensivo y su querencia por un ritmo infernal que le permite sumar infinidad de canastas fáciles mediante transiciones meteóricas. El conjunto azulgrana se divierte sobre la cancha gracias a una propuesta atrevida inoculada por un entrenador de la casa y basada en la suma de una canasta más que el contrario. Fuera la especulación, los corsés, los marcadores rácanos y las ataduras de otras épocas en las que el sopor se apoderaba de unas gradas desérticas. Sin grilletes que coarten el rendimiento de un puñado de jugadores sobrados de pólvora, el Baskonia camina firme hacia la estabilidad definitiva. Ya vuelve a estar cerca de los mejores, ahora resta consolidar esos progresos y no dar pasos en falso hacia atrás.
Si Navarro ha conseguido dotar de otro espíritu a un grupo vulnerable en los albores del curso ha sido también por no poner palos en las ruedas de un plantel con un apetito voraz y el colmillo afilado a la hora de atacar el aro contrario. Adaptarse a las virtudes de sus jugadores no suele ser hoy en día un patrón seguido a rajatabla por los técnicos, más si son de procedencia balcánica. Navarro, con un bagaje de once victorias y diez derrotas, lo ha hecho con naturalidad consciente de que si algo sobra en este colectivo es la munición y el talento de muchos de sus integrantes.
En su debe, también cabe destacar la rehabilitación de un escolta perdido para la causa (Causeur) o el paulatino asentamiento de un fichaje estival que despertaba bastantes recelos (Tillie). Como sucede con cualquier profesional en el deporte, los resultados de aquí a la conclusión de la temporada definirán su permanencia a medio-largo plazo. Sin embargo, su hambre por granjearse un nombre, sus sobrados conocimientos y la aceptación de la grada obligan a Querejeta a replantearse sus posibles dudas a la hora de otorgarle un voto de confianza.
Frenesí ofensivo. El Baskonia tiene un estilo muy definido en el que no hay margen para la especulación, la racanería y los corsés. El dinamismo preside un baloncesto alegre y vistoso.
Adaptarse al equipo. Dispone de un grupo sobrado de munición al que no “ha cortado las alas”. Dentro de un rigor y unas pautas inamovibles, los jugadores poseen cierta libertad.
Deseo de crecer. A diferencia de algún técnico que ha pasado recientemente por el Buesa Arena con más pena que gloria, el vitoriano quiere labrarse un nombre en los banquillos.
Rehabilitar jugadores. Causeur vive su momento más dulce desde su llegada a Vitoria y un fichaje bajo sospecha al inicio del ejercicio (Tillie) ha subido de forma notable su rendimiento.
Todos son importantes. Salvo el expediente X de Ilimane Diop, es llamativo el equitativo reparto de minutos entre todos los componentes. Juega el tramo caliente quién hace méritos para ello.
La importancia del pívot. Si en la época de Crespi los balones interiores brillaban por su ausencia, la llegada de Begic ha ayudado a Navarro a resucitar una amenaza que parecía perdida.