vitoria - En un viaje que tenía planificado desde hace meses una vez acabase su campaña en la NBA, Pablo Prigioni se encuentra de nuevo en la capital alavesa. Sin embargo, tristemente no ha vuelto para reforzar al Baskonia e imponer algo de orden en la dirección de juego de un equipo que no carbura con la solvencia de antaño cuando el cerebral base nacido en Río Tercero llevaba la manija. Quien todavía sigue siendo uno de los grandes iconos del club vitoriano, un jugador que durante sus siete temporadas en el Buesa Arena impartió innumerables lecciones de clarividencia y ayudó de manera decisiva a poblar de títulos las vitrinas azulgranas (1 Liga ACB, 3 Copas del Rey y 4 Supercopas, además de las 4 presencias consecutivas en la Final Four de la Euroliga), fue ayer testigo de excepción del derbi ante el Gipuzkoa Basket.
Tras acabar prematuramente su segunda temporada con los Knicks de Nueva York, que han vuelto a quedarse fuera de las series finales por el título, Prigioni ha decidido pasar junto a su familia unos días de asueto en Vitoria para reencontrarse con viejos amigos. Le espera poco tiempo de tranquilidad, porque en breve comenzará su exigente trabajo de acondicionamiento físico para el Mundial de España que se celebrará entre agosto y septiembre. A punto de cumplir las 37 primaveras -lo hará el día 17 de este mes-, el director de juego buscará una medalla que supondría un excelente broche de oro para la mejor generación albiceleste de toda la historia.
A finales de septiembre, Prigioni retomará su aventura americana. Eso sí, todavía desconoce si seguirá vistiendo la elástica de Nueva York, con quien tiene contrato en vigor para la próxima campaña, o hará las maletas del Madison Square Garden en el típico intercambio de jugadores entre las franquicias estadounidenses. De ahí que haya descartado su vuelta a la ACB. "Me costó acostumbrarme a mi nuevo rol en la NBA, pero ahora, dos años después, reconozco que ese papel tiene menos estrés y presión", explicó ayer en Radio Vitoria. - O.S.M.