Había acudido la plantilla del Caja Laboral envalentonada a Moscú y salió del primer duelo de la serie de cuartos con un buen golpe en los morros. El CSKA sacó pecho ayer ante los pupilos de Zan Tabak. La mejor plantilla del continente le recordó al combinado azulgrana que tendrá que dar mucho más, todo lo que tiene e incluso algunas cosas que no tiene, para poder siquiera competir por obtener la plaza en la Final Four por la que las gestas pretéritas han concedido el derecho a soñar.

Ayer, en un partido que duró apenas cinco minutos, que se resolvió antes de que parte de los aficionados que habían acudido al Universal Sports Hall ocupara su localidad, el conjunto azulgrana recibió un baño de realidad que no hace sino mostrar el verdadero nivel de dificultad que encierra la misión a la que con tanta ambición se ha lanzado. A medio gas, sin pisar a fondo el acelerador, el equipo del Ejército Rojo se apuntó una victoria que en cualquier caso marcó distancias mucho mayores a las que reflejaba el marcador final.

A este Caja Laboral de las dos velocidades, desconcertado y desconcertante, le faltan casi siempre arrestos para mantener la compostura cuando las cosas vienen mal dadas. Y en el primer duelo de esta eliminatoria vinieron torcidas casi desde el salto inicial, en el que Kaun se impuso a Maciej Lampe en lo que parecía una predicción de lo que iba a suceder durante los siguientes cuarenta minutos en las zonas. Todo el caudal de confianza que había acompañado a Moscú al equipo se fue por el sumidero en cuanto quedó claro que nadie iba a ser capaz de ponerle un cascabel a Teodosic. La comodidad con la que el timonel serbio generaba puntos en primera y tercera persona, unido al pésimo nivel de acierto que mostraba el conjunto baskonista en ataque (1 de 11 en triples en la primera mitad), propició que surgieran las dudas y que todo el invento se viniera de repente abajo.

Tabak, en su versión más conservadora, dejó bien claro desde el principio que no era un partido para experimentos. El preparador croata compuso por primera vez un quinteto en el que figuraban los jugadores a los que se suponía que correspondía la responsabilidad de tirar del carro. Cook, San Emeterio, Nocioni, Nemanja y Lampe partían con la misión de establecer el listón de la competitividad y fallaron con estrépito.

Justo en un enfrentamiento en el que el cuadro baskonista necesitaba sumar el mayor número de piezas posible para competir con el desorbitante fondo de armario moscovita, fueron algunos puntales los que fracasaron. Cook se mostró en todo momento incapaz de frenar a Teodosic, San Emeterio se vio muy superado por Weems, Nemanja se borró tras firmar un arranque bochornoso y Lampe resultó atropellado por la contundencia de Kaun y la infalible calidad de Nenad Krstic, que hicieron y deshicieron a su antojo en la pintura. Sólo Nocioni, una vez más, dio la cara. Pero con eso no bastaba para contener a un rival que cuenta con un sinfín de jugadores sobrados de talento y despliega un baloncesto eficaz y mucho más brillante que en anteriores épocas de Messina.

Así las cosas, tras alcanzar el descanso con 15 puntos de desventaja (50-35), quedaba por ver si el Baskonia sería al menos capaz de sacar a relucir el carácter y el orgullo. Ni lo uno ni lo otro. A pesar de la irrupción en escena de un Causeur valiente y comprometido, que remó muchas veces solo, el CSKA se manejó con una hiriente comodidad a una victoria que a todas luces parecía hecha desde el primer acto.

El maquillaje final, tan fruto de la relajación del anfitrión como del intento a la desesperada de las tropas baskonistas por evitar un resultado sonrojante, no puede ocultar la realidad de un partido en el que quedó muy claro cuál es el grado de exigencia en el que se va a mover la serie. El Caja Laboral deberá poner más, mucho más, para soñar siquiera con ganar un partido. En apenas unas horas, el equipo debe demostrar que lo de ayer fue tan sólo un tropiezo achacable a la inexperiencia de una plantilla tan verde todavía como la camiseta con la que cedió la primera derrota.