San Sebastián. Andrés Nocioni es pasado, presente y quiere ser futuro de un Caja Laboral en el que aporta el carácter que sólo los jugadores que han sentido orgullo al enfundarse la camiseta azulgrana pueden destilar. Y justo en el partido que culminaba una semana en la que habían surgido rumores en torno a la posibilidad de que el club pudiera usarlo como moneda de cambio para obtener liquidez, respondió sobre el parqué, que es donde mejor se expresa, con una proclama de baskonismo eterno.
Para el Chapu no existen encuentros amistosos, ni intrascendentes. Ni siquiera compromisos de trámite como parecía que algunos de sus compañeros se tomaron el derbi ante un Lagun Aro que llegaba hecho unos zorros y que sin embargo acabó saliendo de la cancha con la sensación de que había contraído méritos suficiente como para haberse apropiado de la victoria. Si no lo hizo fue precisamente por la irrupción de un Nocioni mayúsculo, que se echó al equipo a las espaldas y demostró que, hoy por hoy, sigue siendo uno de los jugadores más desequilibrantes de la ACB.
No es en citas como la de ayer donde el Caja Laboral tiene que ofrecer su verdadero potencial, pero al menos se le debe exigir cierta vergüenza torera y convicción para sacar adelante partidos que a la larga pueden resultar importantes de cara a tomar posiciones a final de curso. Como después reconoció Zan Tabak en la sala de prensa, da la impresión de que no todos los jugadores están preparados anímicamente para afrontar dos duelos de máxima exigencia cada semana. Ayer, en el San Sebastián Arena, varios de sus pupilos se presentaron con legañas, a verlas venir, y concedieron vida y esperanzas a un rival al que en otro tiempo y con otra mentalidad podrían haber ajusticiado por la vía rápida.
El combinado dirigido por Sito Alonso, que sólo ha sumado una victoria en las primeras diez jornadas de campeonato, temblaba como un flan ante la entidad de un Caja Laboral que parecía dispuesto a resolver sin dilación el partido. Un parcial de entrada demoledor para los intereses del cuadro guipuzcoano (1-11) invitaba a presagiar otro desenlace para un envite que se fue ajustando conforme la diferencia de actitud y hambre de unos y otros fue quedando reflejada en el electrónico. Tras prescindir Sito Alonso de Qyntel Woods, que parecía llamado a erigirse en la estrella del equipo pero en las últimas semanas se ha convertido más en un bulto sospechoso que en nada recuerda al jugador que fue, la intensidad con la que se desempeñaba el Lagun Aro permitió que el duelo no quedara roto en un primer acto pésimo en cuanto a calidad y espectáculo.
Todo cambió, sin embargo, a partir del segundo. Fue ahí cuando irrumpieron en escena los dos grandes protagonistas del encuentro. Por un lado, un Javi Salgado que se encargó de retratar las ya evidentes carencias del cuadro azulgrana en el puesto de base. Y por el otro, el Chapu, que parecía resistirse a que el equipo local se creciera hasta creer que podía llevarse la victoria. Al final, se encontró por momentos tan solo que no le resultó posible. De hecho, tras un segundo cuarto más generoso en cuanto a anotación, el cuadro donostiarra logró imponer su mayor ambición para encarar los últimos diez minutos con ventaja en el marcador.
Tabak, una vez más, demostró su pragmatismo. Se olvidó de las rotaciones y confió la suerte del equipo a los jugadores que habían demostrado más voluntad. Y a la cabeza de todos ellos, claro está, se encontraba Nocioni. Carlos Cabezas pudo atar más en corto a Javi Salgado, que se había divertido a costa de Rochestie y Heurtel, y el conjunto baskonista se puso las pilas para pelear por un triunfo que aun así peligró hasta el final.
Muy sólido en la pelea por el rebote, sobre todo gracias a los 14 que capturó el Chapu, el Caja Laboral gozó de segundas opciones para enmendar los numerosos errores en el lanzamiento exterior que desesperaron a su entrenador. Fue precisamente por ahí por donde llegó el remate definitivo de la victoria. Nemanja palmeó un balón que suponía el 69-71 definitivo, aunque aún tendrían los locales una última oportunidad que les habría reportado una victoria antidepresiva. Pero no la aprovecharon. Cuando todo el mundo, incluida la defensa del Baskonia, pensaba que el balón iría a un Salgado ayer tocado por los dioses del baloncesto -acabó con 27 puntos, 7 triples y 32 de valoración-, quien recibió fue Ibekwe. Su tiro, como el de Basile el viernes, voló sin encontrar la canasta. Y el Baskonia sumó una victoria que en algunos no quisieron y la mayoría no merecieron. Aunque este no es por supuesto el caso de Nocioni.