Vitoria. Nadie posiblemente haya invertido más dinero que él a lo largo de la última década para, a la postre, recaudar un irrisorio bagaje en cuanto a títulos. Paradigma de la ostentación y el lujo, el Olympiacos que aterrizará mañana en el Iradier Arena distará mucho de aquel opulento adversario al que se ha enfrentado en varias ocasiones el Baskonia durante el pasado reciente. Y todo después de que sus multimillonarios dueños, los hermanos Angelopoulos, cuya fortuna se estima en tres billones de dólares, decidieran en verano aplicar un drástico tijeretazo al presupuesto tras dar marcha atrás a su decisión inicial de vender sus acciones y retirarse a un lado cansados de coleccionar desencantos y rumiar fracasos.

En un país sumido en una caótica coyuntura económica, rescatado por la Unión Europea y que sufre ahora mismo los efectos de varias jornadas consecutivas de huelga general, el rival baskonista no es inmune a la galopante crisis de la que se han librado unos privilegiados. Su presupuesto ha menguado hasta los 10 millones de euros -en años anteriores llegó a disponer de 35- y los sueldos de la plantilla apenas ascienden a poco más de cinco millones, siendo Vassilis Spanoulis el principal icono que ha resistido la incesante desbandada del mercado estival. En dos años han emigrado del Pabellón de La Paz y La Amistad ilustres de la canasta como Josh Childress -el fichaje más caro jamás acometido en el Viejo Continente tasado en 20 millones de dólares-, Linas Kleiza, Nikola Vujcic, Sofokles Schortsanitis, Ioannis Bourousis, Milos Teodosic o Teodoros Papaloukas, por citar los nombres más llamativos. Dusan Ivkovic dispone ahora de un plantel huérfano de estrellas y que carece de punto de comparación con el de las temporadas anteriores pese al postrero fichaje de Pero Antic, una de las sensaciones del pasado Europeo de Lituania.

esfuerzo en vano Los hermanos Panayiotis y Giorgios Giannakopoulos lo han intentado todo durante este tiempo para tratar de devolver al equipo ese espíritu ganador que le condujo a su único título continental. El cosechado en aquella final de 1997 de triste recuerdo para el barcelonismo, en la que David Rivers volvió a dejar a Aíto García Reneses con la miel en los labios a la hora de izar el máximo trofeo continental. Sin embargo, su esfuerzo para poner a disposición de los técnicos a las estrellas más rutilantes del mercado ha resultado en vano. Apenas dos títulos de Copa (2010 y 2011) que no han saciado su voracidad. La antítesis de un Panathinaikos que totaliza nueve títulos ligueros consecutivos y se ha convertido en la pesadilla implacable de estos dos archiconocidos hermanos afincados en El Pireo.

No en vano, gran parte de los astilleros y empresas de acero ubicadas en el puerto de Atenas están bajo su control. Tanto dinero han heredado de su padre Konstantinos y de su tía Gianna -según la revista Forbes, una de las 50 mujeres más poderosas del mundo- que en 2004 fueron tentados por Socrates Kokkalis -el presidente del club que controla el resto de secciones- para entrar a formar parte de la directiva del segundo equipo heleno más importante. Sus delirios de grandeza les han llevado incluso a desafiar a la mismísima NBA. De hecho, sopesaron la idea de abrir una oficina en Nueva York para atraer a los agentes libres estadounidenses que quisiesen probar fortuna en la aventura helena.

Sin embargo, su paciencia tenía un límite. Los primeros problemas acontecieron a primeros de año cuando el Olympiacos dejó de pagar puntualmente a la plantilla. Las deudas asolaban de lleno al club, que se vio en la tesitura de prescindir de sus mejores jugadores. En lo que algunos calificaron como un plan maquiavélico para evitar las furibundas críticas de su hinchada, que no soportaría asistir a una drástica pérdida de potencial del equipo de sus amores, los hermanos Angelopoulos redactaron a finales de junio una incendiaria carta anunciando a bombo y platillo su marcha. En ella, recordaron "su lucha contra un sistema que reacciona obstinada y constantemente socavando nuestros intentos por lograr un mundo digno" -en alusión a los supuestos favores tanto de la Federación como de los árbitros hacia su eterno rival-, o el pago de 50 millones de dólares en impuestos durante su etapa al frente del club. Finalmente, reconsideraron su postura y decidieron continuar. Salvo sorpresa, sus ojos no verán, al menos en mayo de 2012, al Olympiacos incrustado en la Final Four de Estambul.