Vitoria. La multitud se agolpaba en los alrededores del Buesa Arena desde primera hora de la mañana. Faltaban aún dos horas para que alrededor de las 9.55 horas el pabellón de Zurbano comenzará a perder su txapela. Durante los primeros instantes el cambio era casi imperceptible, pero en apenas unos minutos la inmensa grúa instalada para la ocasión elevaba ya a través de sus 126 metros de brazo la estructura metálica que, a las 12.15 horas, encontraría finalmente acomodo sobre sus nuevos pilares en un extremo del aparcamiento. En solo dos horas una de las operaciones de cirugía más ambiciosas acometidas en cualquier lugar. Cualquier fallo, cualquier soplo inesperado de un viento que finalmente no hizo acto de presencia, podía haber obligado a los responsables a abortar una misión mastodóntica. No fue así. La grúa Liebnerr 11350 -la más grande del mundo según sus creadores- cumplió su cometido sin ningún sobresalto. El Buesa quedaba al descubierto a la espera de que el próximo 2 de agosto viva en sus carnes un proceso de una complejidad similar al de ayer. Ese día, la nueva estructura en forma de corona que a partir de ahora lucirá en su techo el pabellón como seña de identidad será depositada por la misma grúa. Cuando esté en su sitio los arquitectos, ingenieros y operarios que trabajan en la ampliación del pabellón respirarán al fin tranquilos. Pero antes aún restan dos semanas de mucho trabajo.

Ayer, sesenta trabajadores participaron en un proceso que congregó a cerca de un millar de curiosos. Durante las dos horas que se prolongó la extracción y traslado de la cúpula el único sonido que podía escucharse con nitidez era el pitido rítmico y constante que emanaba de la grúa para advertir que se encontraba en funcionamiento. Todo mientras el palco de autoridades se llenaba paulatinamente de personas como el alcalde de Vitoria, Javier Maroto, el presidente de la Cámara de Comercio, Gregorio Rojo, Josean Querejeta, Juan Antonio Zárate, presidente de las Juntas Generales, Patxi Mutiloa, director de deportes del Gobierno Vasco o los responsables de la reforma del Buesa, Julio Herrero -director del departamento de arquitectura- y José Luis Catón -autor del proyecto-, así como representantes de la UTE adjudicataria, como Josu Sánchez de Lagunketa. Para tranquilidad de la firma Usabiaga -propietaria de la grúa y encargada de la operación- el traslado no peligró en ningún momento. El ovni -o platillo volante en función de quién se refiriera a la estructura que sobrevolaba el recinto- flotaba sin problemas en el aire sujetado por la grúa cuando ésta giró la estructura 180 grados para ubicarla en su nuevo hogar.

Uno de los momentos álgidos se saldó sin sobresaltos. El resto era coser y cantar. Así, sin cobijo hasta el 2 de agosto, el Buesa quedó a la intemperie mientras el espacio que nace a su lado -que en principio se utilizará como aparcamiento y escenario de distintas actividades- recibía su techo -recubierto próximamente con paneles translúcidos- como primer episodio de su nueva vida. A partir de ahora, la característica imagen del Buesa y su txapela dejará paso a una vistosa corona. Un nuevo símbolo para un ambicioso futuro.