Vitoria. En plena celebración de los carnavales y sin legañas en los ojos por el madrugón de turno, el Caja Laboral recuperó ayer un traje almacenado en el fondo del armario que, por diversas razones, no había podido lucir en los últimos tiempos debido a su inestabilidad. Cual lobo hambriento dispuesto a devorar su presa, acometió la defunción del CAI por la vía rápida en un primoroso cuarto inicial rebosante de acierto desde el perímetro antes de dejarse llevar y sufrir la modorra de quien se siente superior. Fue una paliza a la vieja usanza y de esas a las que el Buesa Arena se acostumbró en su día merced a la competitividad de aquellas plantillas inoculadas de instinto asesino y sangre en las venas. Lejos de aquellas memorables versiones pero más sólido que en sus últimas apariciones, el actual Baskonia quemó con una facilidad pasmosa otra etapa de la fase regular.
Apenas unas horas después de sellar su embriagador éxito continental, la tropa de Ivanovic regresó a la ACB con un golpe de autoridad que mantiene intactas sus opciones de asaltar la tercera plaza de la fase regular. En vísperas de recibir precisamente a su mayor obstáculo de cara a la consecución de dicho objetivo, convirtió la llegada de un rival correoso en un mero trámite. No fue, eso sí, un éxito redondo por el titubeante rendimiento de la segunda línea o el previsible ataque de relajación que sufrió entre el final del tercer cuarto y el inicio del último -sellado con un parcial de 0-15-, pero con anterioridad sí aprovechó la tibieza visitante para gustarse en ataque, morder en defensa como antaño, recuperar el mortífero arma del contragolpe y rescatar la mejor cara de Teletovic.
El francotirador bosnio, que nunca deja indiferente a nadie, vivió su matinal de gloria tras varias jornadas lastrado por su desviado punto de mira. Tocado por una varita mágica, el capitán destruyó al CAI con una cautivadora borrachera de triples. Con cuatro bombas consecutivas en el primer acto desde más allá de 6,75 metros, el preludio de otro excelso festival a cargo de un desatado Logan, reventó un partido, a la postre, sin historia. La escabechina fue mortal de necesidad para un cuadro maño que sólo pudo sacar el paraguas y aguantar estoicamente los golpes sin ninguna capacidad de reacción. Lejos de levantar el pie del acelerador y con el fin de plegarse a la filosofía de su técnico siempre ávido de hacer sangre, el cuadro alavés caricaturizó con el paso de los minutos a un forastero hecho añicos a base de una asfixiante intensidad defensiva, contragolpes de libro y de extraer incontables réditos a la célebre conexión entre Marcelinho y Barac, cuya química salta a la vista.
Quinteros, a raya Para mayor desasosiego visitante, su principal figura fue desactivada. Oleson, de nuevo en el cinco titular, se vació atrás para ejercer como un secante perfecto del escolta argentino, completamente inédito. Huérfano de su munición ofensiva, el CAI fue presa fácil para un anfitrión que llegó a amasar rentas escandalosas (66-36). Consciente de que el choque daba pie a ello, Ivanovic movió el banquillo más que nunca con el fin de oxigenar a los titulares. La segunda línea, en cambio, defraudó por completo. Sow no pudo vestirse de corto por una neumonía, Ribas transmitió su inseguridad al frente del timón, Bjelica evidenció otra vez sus miedos y Batista sólo dejó unos mínimos fogonazos de su poderío en la zona. Unos malos augurios cuando aterricen rivales de más fuste y resulte imprescindible contar con todos los gregarios listos para el combate.
Si bien el CAI no discutió en ningún momento el plácido triunfo azulgrana, el técnico montenegrino se vio de nuevo en la tesitura de apostar por sus titulares para frenar la hemorragia (68-54). Para entonces, el Caja Laboral ya había optado por economizar esfuerzos y vivir de las rentas. Su producción ofensiva bajó muchos enteros en los minutos de la basura, animados únicamente por la conexión entre Huertas y Barac. El brasileño -agasajado por la grada cuando enfiló el camino del banquillo- sirvió balones de oro que el gigante croata, una pesadilla para Hettsheimer, no desaprovechó. En definitiva, un paseo militar antes de que el Power Valencia dictamine este miércoles si los progresos de los últimos tiempos son fruto del azar. Lástima que únicamente un reducido número de piezas siga todavía tirando del carro.