Vitoria. Stanko Barac era hasta hace poco un hombre feliz. Nombrado MVP del mes de noviembre, el jugador azulgrana se había erigido en la gran referencia interior que el Caja Laboral tanto ansiaba. Con vistas a un posible interés procedente del otro lado del charco, la entidad vitoriana optó por renovar su contrato hasta 2015 mientras la afición -y el propio Dusko Ivanovic- pedía a gritos un suplente de garantías para dosificar el esfuerzo del gigante croata. Sus deseos fueron concedidos con creces. No llegó un fichaje cualquiera, sino el que podía considerarse como el mejor pívot de toda la ACB. Y ahí empezó el declive del cinco croata.
Las casualidades no existen, pero las estadísticas sí. El debut de Esteban Batista ante el Lagun Aro coincidió con la enfermedad de Barac, aquejado de un proceso febril. Aun así, pudo comprobar a pie de pista cómo su nuevo compañero uruguayo se iba hasta los 21 minutos en su debut y avivaba las esperanzas de éxito de los seguidores baskonistas. También del resto de la plantilla vitoriana, que recibió con los brazos abiertos al hombre que quería ser portero del Nacional de Montevideo pero acabó cogiendo rebotes a diestro y siniestro. De fragilísima mentalidad, apegado a una mochila cargada de inyecciones de autoconfianza, parece que Barac no ha podido digerir todavía una rivalidad de cuyo devenir depende en gran medida el futuro del equipo.
Al menos así lo debe de creer Dusko Ivanovic, que en los últimos partidos ha enviado a Stanko al banco. Antes de que Batista pisara el Buesa Arena embutido en la elástica baskonista, el poste de 2,17 metros promediaba 26 minutos, con 12 puntos, 7 rebotes y 16 de valoración por partido. En los cuatro choques que ha disputado con su nuevo acompañante, sus números han entrado en barrena -10,7 minutos, 3 puntos, 2,5 rebotes y 1,5 de valoración-. Los cinco minutos que el entrenador montenegrino le concedió en Alicante fueron una incógnita digna del mejor giro de guión de Perdidos. Por mucho que cometiera dos rápidas e innecesarias faltas personales en los primeros compases, su ostracismo parecía un toque de atención -más bien un puñetazo- por parte de su preparador, que en sala de prensa se limitó a subrayar que su decisión había sido una cuestión meramente técnica, sin problemas físicos de por medio. El método Ivanovic llevado a su máxima expresión.
Acompañado en este tortuoso camino durante los últimos días por Pape Sow, que tras su renovación por un mes se ha esfumado de la rotación, Barac es protagonista de una reválida sin fin desde el inicio de temporada. Querido y cuestionado en el Buesa Arena a partes iguales, sus quejas constantes a los colegiados en cuanto escucha el silbato en su contra tampoco son del agrado de Ivanovic. Sus próximas actuaciones serán seguidas con lupa por todos, pero su excesiva tendencia a desplomarse anímicamente a las primeras de cambio no parece un lastre del que uno pueda despojarse en un par de días. Mañana puede ser un buen momento para reivindicarse, ante un Lietuvos Rytas con Bjelica, Nalga o el prometedor Jonas Valanciunas como grandes referencias de los lituanos en la pintura. A sus 24 años, Barac necesita encontrar de una vez por todas la madurez deportiva, aunque un poco de ayuda por parte de su entrenador tampoco le vendría mal.