Sin duda alguna, lo mejor que le pudo pasar ayer al Baskonia en Alicante fue que la mayor parte de sus aficionados se quedaran sin ver la derrota ante el Meridiano por la ausencia de televisión. Ojos que no ven, corazón que no siente. Salvo este detalle, el resto de sucesos que acaecieron en el Centro de tecnificación no fueron sino la crónica de una sangría de proporciones inesperadas y consecuencias todavía por determinar. Candidato a ocupar una plaza de privilegio en la lista de peores partidos en la historia reciente del Caja Laboral, el encuentro disputado ante los hombres del bilbaíno Txus Vidorreta estuvo protagonizado por un elenco de protagonistas que dejaron a un lado el leitmotiv de Dusko Ivanovic. Un jugador puede hacer agua en un triple lanzado desde el lateral sin ninguna oposición a su alrededor, como le ocurrió a Nemanja Bjelica. Puede botarse el balón en el pie tras coger un rebote mientras los nueve jugadores restantes han pasado ya el medio campo, como hizo Brad Oleson en el tramo final, o puede perder la bola simplemente porque sí -en esto es imposible encontrar un único protagonista. Son cosas que pasan-.

Pero lo que a buen seguro el entrenador montenegrino no consiente es la ausencia absoluta de intensidad defensiva. Un mal endémico que este temporada recorre las venas baskonistas como la peor de las pandemias. Porque, a este paso, el cuadro vitoriano va camino de hacer feliz a todos y cada uno de los rivales contra los que se topa en las canchas de la ACB. Incluso a un equipo que ostenta casi tantas derrotas como victorias tiene el propio Baskonia. Y es que ayer no hubo un solo jugador azulgrana que defendiera como se exige a alguien que trabaja en la élite del baloncesto europeo. El Meridiano Alicante, segundo peor ataque de la ACB con un promedio anotador de 66 puntos, se puso las botas a costa del conjunto alavés, quinta peor defensa de la competición doméstica con una media de 75 puntos encajados. Con un juego basado por sistema -y por idiosincrasia- en la defensa individual y el manido carácter Baskonia, la plantilla ideada por Ivanovic y la secretaría técnica azulgrana adolece de una ostensible falta de cohesión. El grueso de los jugadores ni defiende ni ayuda a otros a defender. Y así es muy difícil ganar.

el enigma croata Cuatro de los pupilos de Dusko Ivanovic acabaron ayer el choque con valoración negativa: Mirza Teletovic (-4), Nemanja Bjelica (-2), Pau Ribas (-1) y Pape Sow (-1). El resto, salvo un Esteban Batista contundente en ataque, no mereció mucho más. Los desajustes defensivos se sucedían a ritmo vertiginoso. Logan llegaba siempre tarde mientras Huertas parecía carecer de una marcha más en cuanto su par optaba por encararlo. Justin Doellman -acabó con 22 puntos- campaba a sus anchas por la zona sin oposición estimable por parte del ala-pívot bosnio. Kenny Hasbrouck, fichado a mitad de temporada junto a Martin Rancik, se retrotrajo al playground callejero una y otra vez sin importar quién tenía enfrente. El cuatro exbaskonista sacaba faltas a diestro y siniestro, consciente de la impotencia de los que fueran sus antiguos compañeros. Todo mientras el MVP del mes de noviembre, que apenas jugó seis minutos por decisión técnica, asistía al descalabro -aunque tampoco contribuyó a revertirlo cuando estuvo sobre el parqué- junto al resto de piezas de un puzzle que, a falta de tres semanas para la Copa del Rey, continúa sin encajar.

Habrá que esperar sólo un par de días para comprobar a quién se refería Dusko Ivanovic cuando ayer apuntó -sin dar nombres- que debía haber dejado sin jugar a alguno de sus pupilos. Sus palabras dejarán marcado al que se vea condenado al ostracismo frente al Lietuvos Rytas pero, tras asistir a un descalabro defensivo como el que aconteció en Alicante, cabe preguntarse si es justo lanzar a los leones a un único cabeza de turco. O, puestos a cuestionarse cosas, si esa culpabilidad no debería extrapolarse más allá del parqué. Porque, como bien recordó San Emeterio, la reiteración obliga a no pasar página hasta encontrar soluciones.