En este Caja Laboral existe un termómetro de 2,17 metros de altura llamado Stanko Barac. El pívot croata lleva ejerciendo de mercurio desde el arranque de temporada. Con él en cancha, el conjunto vitoriano dispone al menos de una alternativa en la pintura que libera al resto de sus compañeros tanto ofensiva como defensivamente. Sin él, los rivales plantan un muro de contención bajo el aro que suele ser imposible de derribar para Teletovic o Rancik, y mucho menos para jovenzuelos como Bjelica o Musli. Ausente Marcus Haislip por su esguince de tobillo, ayer el Baskonia inició su descenso a los infiernos cuando apenas restaban cinco minutos para el final del partido y el marcador del incandescente Pionir lucía un esperanzador 58-67.

Fue en ese momento cuando Barac se acercó a uno de los colegiados del encuentro agitando los brazos. Antes cubrió el rostro con sus manos en un recurrente gesto de incredulidad en el cinco nacido en Mostar. Los árbitros sancionaban al interior azulgrana con la quinta falta, en una expulsión que a la postre fue mortal de necesidad para los vitorianos. Sustituido por un posteriormente también expulsado Martin Rancik, el ala-pívot eslovaco pudo despedirse ayer del Caja Laboral con una pobre actuación -cuatro puntos y tres rebotes en 20 minutos- y el poco honroso privilegio de haber sido el único jugador de la escuadra alavesa capaz de anotar una canasta de campo en los últimos cinco minutos del partido.

Rancik subía el marcador hasta el 58-69 con un tiro de dos puntos. A partir de ahí, las piernas baskonistas temblaron, los ojos quedaron cegados y las manos esposadas. El Pionir gritó. El Baskonia, superado por el desánimo, fue incapaz de acallar sus decibelios. Los once puntos de diferencia fueron rebajándose hasta que, cuando sonó la bocina, el primer Partizan de la era post Dusko Vujosevic logró imponerse por 74-71. Durante esos cinco fatídicos minutos, el cuadro baskonista sólo anotó dos puntos en sendos tiros libres de un Fernando San Emeterio que a estas alturas va camino de firmar una penetración a canasta de libro en todas y cada una de las canchas de la Euroliga (14 puntos y cinco rebotes para el alero cántabro).

triple de bjelica Fallaba David Logan -el escolta norteamericano erró de forma sorprendente dos lanzamientos libres que podían haber sido cruciales, con 63-69, a falta de menos de tres minutos-, fallaba Mirza Teletovic -el bosnio sólo intentó tres triples, de los que no metió ninguno- y después Logan volvía a coger el testigo para elevarse, lanzar un triple... y ver cómo el balón era escupido por el aro. No había manera. Mientras tanto, Dusko Ivanovic se desesperaba por el arbitraje al contemplar cómo la nave azulgrana estaba a punto de encallar cuando parecía que iba a regresar a la capital alavesa con viento a favor. Desesperado en los últimos segundos, el entrenador montenegrino pidió un tiempo muerto. Pero ya los había agotado todos. Hubo que esperar hasta los tres segundos finales para que San Emeterio anotara sus dos tiros libres e hiciera soñar con un cambio de rumbo que nunca llegó.

El estadounidense James Gist, paradigma durante todo el choque de la famosa frase que establece que "la potencia sin control no sirve de nada", afilaba su punto de mira para matar el duelo con un par de lanzamientos desde la línea de personal, aunque justo después dejó escapar a Nemanja Bjelica en el último segundo para que el tres serbio, que regresaba al hogar de su eterno rival, intentará un triple a la desesperada que podía haber llevado el partido a la prórroga. Al final, el Baskonia enlazó su tercera derrota consecutiva en la competición continental. La próxima semana visitará al Maccabi en Tel Aviv.