Zaragoza. Fuera de la Euroliga, donde anda enfrascado en batallas mucho más exigentes y se encuentra obligado a enderezar su rumbo en las dos próximas salidas, el Caja Laboral continúa su paso firme en el torneo doméstico. Se podrán discutir muchas cosas de su aún mejorable baloncesto, no así de su extremada eficacia y solidez ante rivales inferiores pero sumamente peligrosos si uno incurre en el error de subestimar su potencial.
La de ayer fue una victoria sin miramientos. Si en su caso el despertador sonó a la hora exacta, el perezoso CAI demoró en exceso la salida de la cama y tardó en despojarse de las legañas. Tras una plácida matinal donde acometió la defunción de un recién ascendido por la vía rápida y se vio sometido a un mínimo desgate pese a la saturación de minutos de algunos titulares, el maratoniano alavés sorteó un nuevo obstáculo de esta fase regular.
Olvidada la amarga decepción que supuso el grave traspié ante el Zalgiris, el escenario para la redención parecía propicio. Y el equipo lo consiguió con creces pese a que el montenegrino desaprovechó una inmejorable oportunidad de meter en dinámica a varios jugadores hambrientos de minutos. Bjelica o Haislip, por citar los ejemplos más llamativos, se erigieron en figuras decorativas dentro de un duelo en el que el desmedido desgaste de la vieja guardia resultó innecesario. Dio tantas facilidades el CAI que la victoria final tampoco habría corrido peligro con varios integrantes de la segunda fila en pista. Excesos que, con el cansancio acumulado en estos albores de curso y este ajetreado calendario, quizá se puedan pagar caro más adelante.
el arte de la dosificación Y es que un madrugador Caja Laboral decidió ahorrar gotas de suspense al personal. Gracias a una salida arrebatadora y doce excelsos minutos iniciales en los que bordó la perfección, finiquitó la historia antes de optar por economizar esfuerzos. Tras esos fuegos artificiales, encadenó altibajos que, sin embargo, no dejaron pie a la utópica reacción maña. Cualquier tibio acercamiento local fue reducido con suficiencia, aflorando siempre la sideral distancia que separa a dos contendientes con objetivos diametralmente opuestos.
Más allá del rotundo éxito en la capital maña, que este Baskonia continúa preso de la inconsistencia y se halla aún lejos de ser un bloque redondo quedó patente en el Príncipe Felipe. A su descollante puesta en escena le siguió -coincidiendo con los suplentes en cancha- una pájara descomunal en el segundo acto que permitió la resurrección de un anfitrión entregado. En un mismo duelo, emergieron dos versiones antagónicas. Si adoptó el traje de luces, exhibió su pegada y amenazó con abandonar el recinto maño por la puerta grande en los compases iniciales, su posterior caída inyectó renovadas ilusiones a un CAI necesitado de una bombona de oxígeno.
En un ataque de relajación tras haber desbrozado el camino, la tropa alavesa se sintió vencedora antes de tiempo y decidió vivir de las rentas. En contra de los postulados de Ivanovic, levantó el pie del acelerador una vez el CAI ya había besado la lona (9-33) y estaba predestinado a acabar en el matadero con unas cornadas bien profundas. La pérdida del rigor defensivo, los triples de Aguilar, la raza de Cabezas y el instinto asesino de Quinteros añadieron dotes de picante (34-42) a una matinal que había amanecido bajo los efectos de un devastador tsunami.
Con el orgullo herido por la última afrenta continental, el Caja Laboral abrió un boquete gigantesco y convertió una plaza emblemática donde se respira baloncesto por los cuatro costados en un auténtico velatorio. Bastaron varias defensas aplicadas con el sello de un intimidador Barac -de nuevo solvente ante pares de escasa talla- y las célebres oleadas de acierto exterior para, en un abrir y cerrar de ojos, asegurar prácticamente el triunfo.
Con la chispa de un San Emeterio convertido de nuevo en el pulmón azulgrana, la dictadura interior del gigante croata y los esporádicos fogonazos de Teletovic, el Baskonia tuvo suficiente para imponer su ley. Mientras tanto, los suplentes aguardaron en el banquillo una oportunidad que nunca llegó. La próxima cita en el Pionir permitirá verificar la magnitud exacta de los leves progresos efectuados en tierras mañas.