El baloncesto se convierte a menudo en un jeroglífico difícil de descifrar y en el que ocurren fenómenos paranormales que desafían cualquier tipo de lógica. La matinal de ayer en Valencia llevaba camino de asemejarse a una novela de intriga hasta que el Power Valencia, atacado por un extraño virus, vio paralizadas sus piernas, difuminada su vista y bloqueada la mente. El Caja Laboral, distinguido siempre del resto por su pétreo carácter y su asombrosa capacidad para sobreponerse a un rosario de adversidades, mantuvo su ritmo inmisericorde mientras el pusilánime anfitrión taronja se adentró en un callejón oscuro y desató la ira de una grada de uñas con una catarata de errores más propia de un principiante.
En ese tramo caliente donde los equipos calibran su mentalidad y sale a relucir la personalidad de todos los actores de la pista, Manuel Hussein y los suyos quedaron retratados víctimas de esa fragilidad mental que les ha sumido en las catacumbas de la clasificación y obligará tarde o temprano a un cambio de rumbo en el banquillo. El Baskonia, un ejército de disciplinados soldados bajo la estricta batuta de un cualificado timonel y dotado de munición suficiente para acudir a cualquier refriega, tiró de oficio y sangre fría para resolver un duelo disputado a pecho descubierto durante los tres cuartos anteriores.
El constante intercambio de golpes y los elevadísimos guarismos en el marcador dieron paso a un escenario surrealista con el que nadie contaba. Cuatro minutos iniciales huérfanos de puntuación ya dentro del inverosímil último cuarto constituyeron la antesala de un triunfo embacaudor ante el estupor generalizado. Viendo el comportamiento de unos y otros, nadie sospechaba semejante desenlace. Si un equipo abandonó el ruedo por la puerta grande, al otro hubo que colocarle una camisa de fuerza ante su delirante descontrol.
Mientras la tropa alavesa recurrió a toda su artillería y afiló sus dientes, su desangelado rival se desmoronó como un castillo de naipes. Por mucho que la defensa visitante despertase por fin del letargo, el bagaje levantino en ese último acto -dos solitarios tiros libres materializados por Savanovic- resultó dantesco e impropio de cualquier equipo serio. Sus diecisiete tiros de campo, algunos de ellos en franca posición, se fueron al limbo con la consiguiente irritación del personal.
Los errores de Hussein Sin cuajar una actuación del otro mundo y golpeado nuevamente en su línea de flotación por la ausencia de Rancik, el Caja Laboral acabó el pulso con aires altaneros y paseando una atroz superioridad puesta en tela de juicio durante muchos instantes. Hasta la brusca desconexión local y ese latigazo mortal que quebró la incertidumbre, se sostuvo gracias al corazón de San Emeterio, la providencial irrupción de Bjelica y sus oleadas de acierto exterior. Ya fuera por el desgaste de su magullado cuerpo o la pujanza del notable plantel levantino, atrás se desangró con una facilidad desesperante. Incluso hubo tramos en los que tocó fondo y coqueteó con el desastre (32-23).
El aplomo azulgrana constituyó el mejor antídoto para combatir la ansiedad de un Power Valencia que desperdició una ocasión inmejorable de hacer sangre. Lisiado su rival en la pintura por la baja del eslovaco y las eternas faltas de Barac, Hussein equivocó el camino a seguir y alimentó las sospechas que se ciernen sobre su controvertida figura. El técnico canario se olvidó del elegante De Colo, mantuvo en pista al revolucionado Rafa Martínez y, con sus decisiones, sumió a su equipo en el más absoluto caos.
El Baskonia arrancó el choque con dudas, pero abandonó La Fonteta con el pecho henchido y la autoestima por las nubes. Si en los instantes críticos encontró en San Emeterio a su particular Mesías, Ivanovic consiguió involucrar a todos en la pelea en el tramo final. La fabulosa dirección de Huertas, el trabajo en la sombra de Oleson, los chispazos de Teletovic y el despotismo interior de Barac cimentaron el plácido éxito que pudo traer una guinda añadida. Sin que nadie reparara en ello, el triple errado por el bosnio sobre la bocina desbarató la posibilidad de desbancar al Barcelona del liderato en la tabla. Un hecho a la postre anecdótico que añade picante a las próximas jornadas.
Las claves