Vitoria. Por si la derrota y el mal partido ante el Khimki no hubiesen sido de por sí unos duros golpes para el Caja Laboral, la expedición baskonista afrontó ayer una nueva odisea para regresar a la capital alavesa. Si algo no necesitaba un equipo tan magullado y sumido en una pesadísima espiral de interminables desplazamientos en estos albores de campaña era una combinación tan maquiavélica, pero las combinaciones de vuelos dejaron poco margen de maniobra.
Tras coger un primer vuelo desde el aeropuerto de Sheremetievo a las 17.30 hora española, el equipo aterrizó en Madrid bien entrada la noche. Allí aguardaba un autobús que les desplazó hasta la capital alavesa, cuyo suelo fue pisado pasadas las tres de la madrugada. Es decir, alrededor de diez horas de maratoniano viaje para un conjunto que, entre la gira estadounidense y la lejanía de las ciudades donde militan sus rivales en la primera fase de la Euroliga, se verá sometido a un brutal desgaste.
Antes de afrontar el regreso, sin embargo, el cuadro alavés no invirtió la matinal de ayer en hacer turismo, sino en realizar una sesión preparatoria a puerta cerrada en la cancha del Khimki. Y es que, con el duelo de la sexta jornada liguera ante el Power Valencia a la vuelta de la esquina, Ivanovic no quiso dejar nada a la improvisación. En ella trabajó con absoluta normalidad Logan, quien misteriosamente no tomó parte en el encuentro ante los rusos tras el viaje a Estados Unidos debido a su paternidad.
El escolta estadounidense se expone a una sanción por parte del club tras incorporarse con retraso a Moscú. Tras llegar al pabellón junto al resto de sus compañeros, finalmente no fue de la partida y regresó al hotel sin que el Baskonia diese ayer la versión de los hechos ni los motivos de su ausencia.