Vitoria. Con la enorme tranquilidad y el moderado optimismo que reporta el momentáneo 2-0 de la eliminatoria, un marcador que no ha sido remontado por ningún equipo en la historia de los play off por el título bajo el actual formato -el Unicaja sí lo consiguió ante el Etosa en la temporada 2004-05 con el sistema 1-1-1-1-1-, el Caja Laboral se apresta a dar mañana la puntilla a un Real Madrid cuyas últimas confusas comparecencias en Vistalegre invitan al optimismo azulgrana. Constatado su mediocre rendimiento en el coso taurino que acoge sus encuentros como local, la posibilidad de acometer la defunción blanca por la vía rápida cobra fuerza y no parece para nada descabellada.
Y es que el cuadro adiestrado por Ettore Messina ha dado durante este decepcionante ejercicio muestras de su fragilidad cuando ejerce como anfitrión. Siete derrotas, algunas de ellas muy recientes, adornan su trayectoria y mantienen de uñas a su desencantada afición, que explotó en el asalto inaugural del cruce de cuartos ante el Cajasol. Esa tormentosa velada, el público madrileño pidió la cabeza y denunció la falta de compromiso de algunos jugadores, además de responsabilizar al técnico italiano de los males de un conjunto irremediablemente condenado al fracaso e incapaz de extraer réditos a la astronómica inversión efectuada en el pasado verano para reverdecer viejos laureles y regresar al primer plano continental.
De momento, en la herida blanca han hurgado hasta ahora a nivel doméstico el Barcelona (57-79), el Bilbao Basket (80-87), el Cajasol (60-66) y el propio Caja Laboral (74-80), que se aseguró la segunda plaza de la fase regular precisamente en Vistalegre en la antepenúltima jornada de la fase regular con una demostración de superioridad discutida únicamente en el último cuarto. Fuera de las fronteras, el conjunto de Xavi Pascual volvió a doblegarle por partida doble (73-84 y 78-84) en el cruce previo a la Final Four, además del Maccabi (64-66) en la última jornada del Top 16. De ahí que el tercer triunfo vitoriano sea tenido en cuenta en las apuestas previas al salto inicial.
una frase lapidaria El Real Madrid se siente incómodo y, a diferencia de otros rivales, no explota el factor pista. Atenazados por la responsabilidad, sus jugadores evidencian un agarrotamiento fuera de lo normal e impropio de un equipo de su categoría. Prueba de ello resultó su monumental atasco ante la zona impuesta por Joan Plaza en la serie anterior. Tras la victoria en Sevilla que nivelaba las fuerzas, Messina se descolgó con unos sorprendentes declaraciones que refrendaban la pequeña tortura que para su equipo está suponiendo últimamente actuar delante de sus seguidores. "Me gustaría que el tercer partido se jugase en San Pablo", afirmó el de Catania ante el estupor generalizado.
De cara al choque de mañana, el Caja Laboral deberá jugar no sólo con la tranquilidad derivada de su cómoda ventaja sino también con los nervios de un anfitrión que puede verse atrapado por su propio estado de ansiedad. Lo que a simple vista se perfila como una clara desventaja, esto es un público hostil que le dispensará un recibimiento caliente y tratará de influir en el criterio arbitral, amenaza con convertirse a la postre en un punto a favor si el resultado no resulta muy ventajoso para los intereses madridistas. De momento, el cuadro alavés dispone de tres balas en la recámara para sentenciar su billete hacia la tercera final liguera consecutiva, cuyo inicio tendría lugar este sábado en el Palau Blaugrana si vitorianos y culés fijan el definitivo 3-0.