Vitoria. Quiere, pero de momento no puede. Intenta reencontrar ese juego que le catapultó hacia grandes noches de gloria, pero ni el delicado estado físico de la plantilla ni la evidente falta de química ni la desorientación colectiva consienten un momento de respiro. Bajo estos parámetros, ni siquiera la visita de un modesto como el Blancos de Rueda permitió al Baskonia sacudirse la tremenda vulgaridad que le está acompañando en estos albores de campaña.
Del magullado universo azulgrana no surgen noticias nuevas. Nada positivo a lo que agarrarse para recobrar el optimismo y la fe a la hora de hacer algo grande esta temporada. Se trata de un sinvivir continuo. Un día sí y al otro también, la tropa de Ivanovic echa más leña al fuego y reincide en los mismos errores. Constituye un grupo vulnerable para cualquier oponente y, por ello, continúa incapaz de sacar adelante los partidos con un mínimo de solvencia.
Para el aficionado que, no hace mucho tiempo, acudía al Buesa Arena esperanzado de gozar de una buena ración de espectáculo, comprobar las evoluciones del actual conjunto vitoriano resulta incómodo y hasta cierto desesperante. Un pequeño suplicio que tiene bastantes visos de prolongarse en el tiempo. Lejos de dar algún paso adelante, el Baskonia camina hacia atrás. Como si estuviera en plena pretemporada. Así de triste, aunque su bagaje en cuanto a victorias sea el esperado hasta la fecha.
Y eso que la grada puso ayer todo de su parte para evitar el sopor y llevar en volandas a un colectivo que, si algo necesita precisamente, es calor y comprensión. Otra cosa es que los jugadores luego no correspondan. Aun así, no hubo ni pitos ni recriminaciones pese a que el Baskonia se ganó a pulso la ira por su desconcertante baloncesto.
Frente a los pucelanos, ganó más por las limitaciones inherentes a un candidato a la LEB que por sus propias virtudes, apreciadas con cuentagotas en una reedición de los últimos tenebrosos partidos. Sólo un chispazo en la recta final le permitió vivir un plácido epílogo y enmascarar el sufrimiento de los tres primeros cuartos.
Del 72-65 final apenas hubo que rescatar el resultado y una victoria que entraba en todos los cálculos. Sin embargo, el choque resultó una oda a los errores y transcurrió entre bostezos. Las canastas llegaron con cuentagotas y no precisamente por las defensas aguerridas en uno y otro bando. Ataques espesos, pérdidas a mansalva y mucho trabajo subterráneo. De ese clima antiestético resultó ganador el Caja Laboral por pura inercia y, lógicamente, por disponer de más talento y artilleros más efectivos ante el aro rival.
mirza coge el fusil Entre ellos, un Teletovic que proporcionó oxígeno en los momentos delicados y desatascó los previsibles ataques locales que siempre acababan de la misma manera. Con un tiro lejano sin sentido del bosnio o una penetración contra el mundo de San Emeterio. Sin capacidad para lanzar el contragolpe o ante un día aciago como el vivido ayer por ese icono llamado Splitter, el plantel vitoriano se vuelve vulgar y accesible.
Hasta la pieza más solvente como el brasileño se contagió del desconcierto reinante en las filas locales. Su valoración negativa al final del primer cuarto (-4) ilustró la impotencia alavesa. Fisac satisfizo su objetivo de emborronar el choque a base de continuos cambios defensivos y colocó el partido donde quería. Es decir, propiciar un tanteador bajo y un último cuarto parejo para dar la campanada. No obstante, una canasta más adicional de Teletovic y un triple de English desactivaron su plan.
Pese a que las ventajas casi nunca sobrepasaron la decena de puntos, la falta de punch visitante evitó más de un susto. Apenas el rocoso Battle provocó los únicos momentos de zozobra en una velada con bastantes sombras. De hecho, Oleson justificó su precario estado físico y Eliyahu prolongó un día más su anonimato.
El escolta de Alaska se sacrifica jugando con dolor, pero así sólo se hace un flaco favor a sí mismo. Lo del israelí ya es cada vez más preocupante. Mientras no interiorice la exigencia defensiva de Ivanovic, disputará minutos con cuentagotas. Algo que este Caja Laboral, minado de efectivos sanos, no puede permitirse a estas alturas. Este domingo, ante el Fuenlabrada, el siguiente test.