- Como es tradicional, en estas fechas del puente del Pilar, la vendimia alcanza su máximo apogeo, aunque desde hace años en Rioja Alavesa esta se va escalonando casi parcela a parcela con el fin de poder llevar a la bodega la uva en sus mejores condiciones. La impresión generalizada, y en ello viene insistiendo la Casa del Vino de Laguardia, es el excelente estado de las uvas, ya que los técnicos han realizado un exhaustivo trabajo de análisis sobre el terreno en todas las localidades de la comarca, tanto para su seguimiento como para los controles que realiza el Consejo Regulador. Pero si las uvas están en un buen estado, el problema este año se ha centrado en la mano de obra. Desde hace ya un par de años se viene notando un descenso del número de temporeros que acuden a los territorios del Rioja. Y eso a pesar de la extraordinaria labor que se realiza desde la sede de la UAGR de Laguardia para traer trabajadores desde los sitios más dispares.

Desde la villa amurallada se ha garantizado el cumplimiento de todos los protocolos sanitarios exigidos por el Gobierno Vasco, tanto en la atención al colectivo de agricultores como al de personas temporeras así como en el desarrollo de la recolección. Se ha trabajado en la formación impartida al colectivo de personas temporeras y a los agricultores sobre los protocolos de seguridad en el campo y los alojamientos en relación al covid-19. Y desde el Departamento de Salud y Osakidetza se ha ofrecido, previo al inicio del trabajo, la realización de una prueba PCR a modo de cribado a toda persona trabajadora garantizando su asistencia sanitaria en caso necesario y la vacunación con Janssen a todo el que lo ha solicitado. Para esa finalidad se ha contado con el frontón de Laguardia, donde aún se hacen cribados y se ponen vacunas.

Sin embargo, muchos viticultores han tenido problemas para encontrar mano de obra y eso a pesar de que se han llegado a ofrecer mayores ingresos y alojamiento. Por esa razón, este año se han visto más máquinas vendimiadoras trabajando en las parcelas. En el caso de Rioja Oriental y Rioja Alta los inspectores de trabajo han contado con la presencia de la Guardia Civil porque ante la falta de mano de obra se han producido casos de trata de temporeros por parte de intermediarios sin escrúpulos.

En Rioja Alavesa hay muchas bodegas que repiten año tras año con los mismos trabajadores, que llegan a formar casi una relación familiar y son abundantes las residencias preparadas para ellos. En Baños de Ebro, en una de sus bodegas, Altún, cuentan siempre con los mismos trabajadores, que estos días se afanan en completar la vendimia siguiendo las instrucciones de los hermanos Martínez Pangua, Iker y Alberto, siempre apoyados por su padre. Cuenta Iker que ésta ha sido una vendimia "para estar muy encima de los viñedos a causa del agua, porque llovió varios días y eso trajo consigo que hubiera zonas más críticas donde se ha tenido que recoger un poco antes y otras que han aguantado perfectamente". El trabajo comenzó el mes anterior a la vendimia y durante ese tiempo han realizado cinco análisis a cada viña, lo que ha supuesto mucho trabajo para tenerlo todo preparado para saber qué parcela hay que recoger cada día.

Con respecto a la pandemia, han aplicado todas las medidas que ya se acometieron el año pasado: adecuación y limpieza de alojamientos, insistir en la distancia social aunque en el trabajo de campo es complicado, el uso de las mascarillas en los lugares adecuados... "Porque si al final uno lo coge son cuadrillas muy grandes y se debe tener cuidado".

Respecto a las uvas confirman que este año ha venido una cosecha muy buena. Reconoce que preocupó la lluvia reciente, que genera dudas sobre cuándo vendimiar. Pero fueron valientes y "al final vas ese día con la gente la retiras y listo. Y es que si no hay que volver a esperar al menos una semana a que el grano vuelva a su tamaño". "Y lo compara a cuando te das un atracón, que luego hay que volver a la normalidad. Cuando en estas fechas le cae a la uva un chaparrón, estando para vendimiar, el grano se hincha y hay que esperar a que vuelva a su ser para evitar meter en los depósitos ese exceso de agua".

En Altún, como en tantas bodegas de Rioja Alavesa, no se hace un único vino, porque se busca la singularidad, la identificación, el origen. "Nosotros hacemos diez vinos y cada uno tiene su punto de vendimia en función del objetivo que tenemos con cada uno. Lo bonito, y complicado, que tenemos en esta zona es la diversidad de parcelas: una está con una orientación, otra con la contraria, hay diversidad de suelos... Y a cada una le afecta las condiciones meteorológicas de una forma diferente. Todo eso hay que conocerlo e ir tratándolo para acertar con cada una de las viñas. Hay viñas en las que vas en una fecha y a esa misma, en la zona de la cabezada, tienes que ir una semana más tarde".

Confirma que este año se ven más máquinas vendimiadoras que temporeros. Pero en Altún "la vendimia, la hacemos siempre manual, porque al final vemos que está el fruto más entero y compacto". Muestra de ese interés es el invento del padre, que realizó cambios en el remolque para dividir el interior en dos zonas separadas por una tapa metálica que impide que se amontonen todas las uvas, ya que van en dos compartimentos y llegan más enteras a la bodega.

Una vez vendimiadas, las uvas se llevan a la mesa de selección. E Iker explica que "esto no tiene nada que ver con la vendimiadora, aunque cada vez se perfeccionan más y hasta pueden elegir mejor el fruto, pero no tiene nada que ver a cuando traes perfecta la uva, sin machacar, enterita y luego la seleccionas. Nosotros le damos mucho valor a llevar el fruto intacto al depósito, porque hemos comprobado que los vinos salen más armoniosos, más amables, y cuando metes maquinaria desde un principio llega todo más roto, más machacado".

Con esa minuciosidad "hacemos dos vinos así, Carralaguardia y Vistalegre, que son producciones muy pequeñitas. Nosotros elaboramos 300.000 litros entre la tradicional de la maceración carbónica y la bodega nueva. Pero en estos dos vinos son solo 1.500 litros de una parcela y otros 1.500 de otra. Y lo hacemos porque entendemos que es una cosa única, por las características de cada una de las dos parcelas y porque queremos ofrecer algo totalmente diferente". Por eso desgranan los racimos a mano entre 25 personas, las llevan al depósito por cintas, como al resto, "y eso le aporta al vino más armonía. Se nota más el sabor afrutado al llevar la uva entera, los granos perfectos, porque al seleccionar evitas los que están un poco verdes o pasificados".

Cuentan con el apoyo de trabajadores que contratan en esta época y con los que mantienen una estrecha relación para insuflarles la ilusión que pone esta familia en el trabajo de campo, "porque lo verdaderamente importante del vino es la viña", afirma Iker. Por eso ven el futuro con optimismo y con ganas. "Estamos trabajando mucho con un nuevo modelo de bodega, y aunque somos pequeñitos, contamos con los medios, las parcelas, el trabajo controlado y estamos contentos". Solo ponen un pero y es que debido a las dimensiones de las bodegas, a las pequeñas se las exige el mismo papeleo que a las grandes "y creo que no se nos facilita el tener menos burocracia. Esta es cada vez mayor y se están cerrando muchas bodegas, porque hay muchísimo control, papeles... Estamos más tiempo haciendo papeles que haciendo vino y eso son cosas que se deberían evitar porque si no al final solo se quedarán las bodegas grandes y lo que verdaderamente da riqueza a una zona es que cada agricultor haga su vino". Insiste en que en Baños de Ebro hay muchas bodegas y todas tienen los mismos problemas: "No se nos está facilitando la labor por la burocracia que hay que creo que es un poco excesiva".

La pregunta es inevitable, porque la polémica sobre Viñedos de Álava no deja de crecer y atañe especialmente a las pequeñas y medianas bodegas de Rioja Alavesa. En opinión de Iker Martínez Pangua "tenemos que dar valor a las zonas y veo perfecto el hecho de decir que esta es una zona diferente, especial". Sin embargo lamenta que "estas cosas, como Viñedos de Álava, no tiran hacia adelante porque muchas veces se mezclan con lo político, y, cuando se mezcla, se desvirtúa. Pero el concepto es que al final hay que dar valor a un territorio".

"A mí no me importa si es Rioja Alavesa, porque lógicamente toda la zona que va de Briñas a Laguardia hay una parte que es Rioja Alta, pero aquí hay una zona que tenemos que darle un valor porque es diferente, porque son parcelas que tienen mucho más trabajo a la hora de hacer las labores, porque el costo de producción es mucho más alto, porque son parcelas pequeñas, porque hay que hacer todas las labores a mano y porque además es otro tipo de suelos y en todas las zonas del mundo que funcionan se le está dando mucho valor al suelo".

Tras aclarar que las bodegas pequeñas no pueden entrar en las decisiones del Consejo Regulador o de los políticos, "lo que tenemos muy claro es que debemos dar valor a la identidad. Y la verdad es que el sistema que hay hoy en la Denominación de Origen Rioja de crianza, reserva y tal... para las pequeñas bodegas se queda un poquito obsoleto, porque al final estás hablando de si un vino ha estado un año en una barrica, que puede ser nueva o tener más años y eso no te define para nada el producto de cara al consumidor".

Para salir de esa dinámica, "la línea que hemos tomado es para que el consumidor sepa que esa botella ha nacido de tal cepa, en tal lugar, con qué orientación y con qué separación. Eso es lo que espera conocer el consumidor. El hecho de ser crianza, reserva... Ha funcionado durante años, le ha dado prestigio al Rioja, ha sido un trabajo brutal, realizado principalmente por las grandes bodegas que son las que han puesto Rioja en el mundo, pero todo va evolucionando y cambiando y hay que adaptarse para que todo el mundo pueda funcionar".

En ese proceso de innovación, en Altún realizaron unas pruebas para elaborar espumosos, que es una de las novedades de la Denominación y la verdad es que fueron muy satisfactorias sobre todo en lo que se refiere al aprendizaje. "Aprendimos mucho de cómo hay que coger la uva, vendimiarlas antes, qué parcelas pueden ser las más adecuadas, qué variedades y luego la forma de hacer el tiraje, el degüelle... Es un mundo que no conocíamos". Pero el tema se quedó pendiente, porque ahora están muy centrados en la gama de vinos que han hecho para dar valor a cada finca. "Nos hemos centrado ahora en eso y cuando lo tengamos muy dominado, en un año o así, ya podremos hacer otras cosas".

Altún es una bodega familiar donde trabajan cada día del año los cuatro integrantes: el padre, la madre y los dos hermanos. "Nuestro padre ha sido viticultor desde que tenía 13 años y sigue trabajando. Lo hizo y sigue haciendo con mucha ilusión: sacó primero un vino joven, luego un reserva y ahora, hace ya unos años, comencé yo y después mi hermano Alberto y lo que hemos hecho ha sido dar un cambio hacia el origen, a dar valor a las parcelas y ahora hemos puesto en marcha la nueva gama, unificando vinos y sacando otros de parcelas concretas, con mucha identidad, que han gustado mucho y que en el primer año, en apenas un mes se agotaron todos porque al final la gente está deseosa de catar vinos diferentes".