Cristina Blanco es presidenta de la Asociación Vasca de Suicidología Aidatu, también es doctora en Ciencias Políticas y Sociología, profesora titular en la Universidad del País Vasco y directora del título propio UPV/EHU Experto y Experta en suicidología. Lleva años volcada en la lucha por la prevención del suicidio y ha sufrido en primera persona el duelo tras un suicidio en su entorno cercano. Le ocupan y le preocupan el estigma social y el silencio que acompaña a estas muertes y asegura que es hora de "tomar cartas en el asunto". Por ello, en el Día Internacional de la Prevención del Suicidio celebrado ayer, hace un llamamiento a la sociedad, así como a las instituciones públicas, para que se den pasos firmes al frente y no recaiga la responsabilidad de cómo afrontar los problemas en las personas que se encuentran en la oscuridad. Recalca la importancia de escuchar y atender, pero también reconoce que un familiar debe ser consciente de sus limitaciones y no culpabilizarse en caso de no poder evitar la muerte. Pide a las instituciones, asimismo, un mayor equipo de psicólogos en la salud pública.

¿La pandemia ha provocado un aumento en los suicidios?

-Más que hablar de datos, parece claro que se han incrementado las asistencias, las solicitudes de asistencia psicológica. Podemos afirmar que está habiendo un incremento de este tipo de ideaciones y tentativas. También hay que destacar que las tentativas no se registran, lo que sí se registra es el número de muertes por suicidio. Los datos para 2020 todavía no han salido; salieron los de enero a mayo, pero a partir de ese mes desconocemos los datos de muerte por suicidio. No obstante, sí que ha habido un incremento del malestar psíquico y emocional, con especial incidencia en jóvenes. Aun así, me gustaría desdramatizar, lo que no quiere decir quitarle importancia al fenómeno. El suicidio afecta a muchísima gente, genera muchísimo sufrimiento, no sé si es importante saber si han subido en siete casos más o siete menos.

¿A qué cree que se debe el aumento de malestar en jóvenes?

-Lo primero que podemos hacer es felicitarnos, en cierto modo, aunque parezca un contrasentido.

¿Por qué?

-Porque si hemos conseguido que los jóvenes pidan ayuda, es un logro. El malestar es un déficit que tenemos pero que pidan ayuda es una victoria. Hace años, el tema de la salud mental y del suicidio era un tema oscuro, desconocido, no se hablaba de ello. Estamos consiguiendo que la sociedad empiece a preocuparse de que realmente es un problema de salud tanto o más importante que el físico y, por lo tanto, una de las lecturas de ese incremento es esta dimensión positiva. Estamos consiguiendo que la gente con problemas lo diga.

¿Y cuál es la lectura negativa?

- Aumenta el malestar en los jóvenes porque la adolescencia es un momento complicado y delicado. Por eso es importante que este tema se aborde en la educación y desde la educación se logre enseñar a los jóvenes a manejar la frustración. Y es que la prevención del suicidio se puede abordar desde varios aspectos y uno de ellos es trabajando la emocionalidad de los jóvenes. Para ello, es necesario formar a los profesores, aunque sea de una manera muy básica. Debemos dejar de ocultar el suicidio; hay que hablar de ello, de la muerte y de la vida. También hay otro elemento preocupante y es la frustración que sufren los jóvenes por no saber lidiar con la inmediatez y la falsa felicidad que ofrecen las redes sociales.

¿Habla de la felicidad que se muestra en los 'selfies' que se publican en las redes sociales?

-Sí, parece una tontería, pero los selfies generan una sensación real de felicidad en todo momento, los jóvenes ven esa constante felicidad y a veces se frustran. Tienen que entender que las cosas, en la vida, salen mal también. Y es necesario afrontar esa frustración de las cosas que salen mal. Falta educación emocional, es muy importante. Hay que erradicar los mitos y el silencio que existen en torno al suicidio. En los últimos tiempos gracias a las asociaciones, a la sociedad civil y a los medios de comunicación, se está visibilizando este problema. Y esto es lo que debemos hacer, parece que si no las instituciones no toman cartas en el asunto.

Osakidetza realizó hace dos años un plan estratégico para la prevención del suicidio. Según su criterio, ¿responde a lo que las asociaciones como Aidatu llevan años solicitando?

-Presentaron este plan hace dos años, es decir, teóricamente ya lleva dos años funcionando. Había medidas que se tenían que haber puesto en marcha el primer año, medidas que se tenían que haber puesto en marcha el segundo año. La Estrategía estaba bien estructurada y bien organizada. Pero vino la pandemia y, como todo, esto que se tenía que implementar se ha ralentizado mucho. Todavía hay mucho trabajo por hacer.

¿Cómo debería trabajarse la prevención del suicidio?

-Existen diferentes momentos para trabajar el suicidio. Está la prevención, la atención a las personas que ya están en ese proceso (a los que ya lo han intentado o tienen pensamientos suicidas), en este caso atendemos en atención en crisis, atención primaria en salud, ya nos orientamos más a temas de salud o emergencias. Y hay un tercer momento, el que se da cuando nada de esto ha servido, y se ha producido el suicidio, la postvención.

La atención a la familia que inicia el duelo.

-Sí. Tras el suicidio quedan las familias. ¿Qué pasa con ellas? Lo primero que pensamos es: lo que le pasa a todo el mundo, superar un duelo. Pero no. No es lo mismo un fallecimiento por una enfermedad que por un suicidio. La Organización Mundial de la Salud lo dice: la forma de morir incide mucho en el duelo que se tenga. En este duelo hay dos características muy importantes que no están tan presentes en otras muertas: la culpa y el vacío social. Cuando una persona muere por accidente, la familia tiene a su entorno social durante el duelo y se hace un reconocimiento de esa persona y ese dolor. Cuando es por suicidio no siempre es así.

¿Por qué?

-Porque está estigmatizado, hay mucho miedo a hablar de eso. Hay familias que incluso no dicen la verdad por lo que el duelo no puede ser lo mismo. Por eso hay que trabajar esos tres momentos, prevención, intervención y postvención... Hay que hablar del suicidio de forma adecuada. Hacer eso puede tener un efecto positivo; el hecho de presentar reportajes, visualizar y difundir mensajes de esperanza, difundir testimonios de gente que ha podido superarlo, difundir qué tipos de ayuda hay, todo eso es vital.

Ya que lo menciona, ¿qué tipos de ayuda hay?

-Aquí viene otro problema. No tenemos opciones claras. Tenemos el Teléfono de la Esperanza (945147014), atienden casos de situaciones de peligro. También es muy importante por el esfuerzo sobrehumano que están haciendo, el Teléfono Contra el Suicidio, La Barandilla, (911385385). También existen más asociaciones, pero el problema es que no hay una estrategia estatal de la prevención del suicidio, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud lleva tiempo recomendando que es indispensable que todos los gobiernos cuenten con un plan general y global independiente de la salud mental, porque también incube a policía, bomberos, educación, medios de comunicación, a la población general. Es importante hacer campañas de visibilización del problema, de atender a la gente que tiene problemas. Hay muchas cosas preventivas que se pueden hacer y no son solo el campo de la salud. Pero ese plan, a nivel estatal, no existen. No tenemos un teléfono general como el 016 contra el maltrato para atender al suicidio. En nuestra autonomía hay un teléfono sociosanitario, pero en eso también, dificultades.

¿Las dificultades son derivadas porque se trata del número de teléfono general para diversas cuestiones?

-Exacto. Sirve para todo, atienden hasta problemas relacionados con el covid, no es una asistencia concreta dirigida al suicidio y la prevención. Es atención de todo tipo y no es un recurso real. Por lo tanto, la persona que se encuentra mal, ¿dónde debe acudir? A asociaciones que están orientados a las personas con problemas y a nivel presencial lo único que podemos decir es que se acuda al médico, al médico de atención primaria. De ahí verán la posibilidad de derivarle a psiquiatría y de ahí también la posibilidad de derivarle a psicología.

¿Hay psicólogos suficientes en el ámbito de la salud pública?

-No y es algo que llevamos luchando desde hace muchos años. Apenas hay, es una reivindicación que hacemos. Hay que incorporar la psicología en mayor medida en el ámbito de la salud mental, no todo se arregla con una pastilla. Otra opción es acudir a un psicólogo privado. Pero aquí hay otro problema. No hay un directorio de profesionales de psicología expertos en la conducta suicida.

¿Existe esa especialidad o máster dirigido a la conducta suicida?

-Te aclaro primero que ni en la carrera de Psicología se aborda la conducta suicida. Vamos muy mal. En la carrera no se aborda, en los grados tampoco, en los postgrados tampoco. En toda España hay un único postgrado universitario on line y hay otro presencial que es el que hemos puesto en marcha nosotros el curso pasado. Es todo lo que hay. Sí que hay formaciones muy puntuales, pero eso no es una forma de abordar este problema. Es un problema y algo delicado, no hay recursos claros y distinguibles.

A nivel profesional acudir al médico, asociaciones y psicólogos. A nivel personal, ¿pedir ayuda a familiares o amigos puede ayudar a evitar un suicidio?

-Sí. Por eso digo que la prevención es tan importante, es escuchar, atender. Toda persona puede convertirse en un agente de prevención. No podemos pedir milagros, pero es un pasito más. El suicidio está envuelto en la oscuridad total, en el silencio. Es dar un paso más.

Escondido en el silencio y lleno de mitos. Por ejemplo, el que dice que quien se quiere suicidar lo hace, y lo demás, son llamadas de atención.

-Exacto. Que si no te matas es un chantaje emocional. El suicidio está lleno de mitos. Pero mucha gente anuncia el suicidio, y lo hace. También hay más mitos. El que quiere suicidarse lo acaba haciendo. Y claramente afirmo que esto no es cierto. Atendamos a quienes nos están diciendo que están mal y vamos a ver si ese grado de sufrimiento y desesperanza que tiene que conjugarse en una persona para quitarse la vida es alto. Podemos mitigar esos sentimientos, escuchar, acompañar al médico, tomárnoslo en serio hasta donde podamos. Pero hasta donde podemos, que después el sentimiento de culpa es brutal entre los que están alrededor. Pensemos que hay gente que lo va a intentar y conseguir y quizá no hayamos podido hacer nada. La pregunta que debemos hacernos es otra.

¿Cuál?

- ¿Hemos hecho algo para evitar ese suicidio?

Dicen que, como ayuda, limitar el acceso a los medios también sirve. ¿Cree lo mismo?

-Sí. Parece absurdo, pero no. Muchos suicidios se producen en un momento de mucha ansiedad, de mucha desesperación, son resultado de un acto compulsivo. Si tu cortas eso, agarras la mano, impides que se tire, le bajas del tejado, no necesariamente lo va a intentar otra vez. Si consiguen que haya alguien en ese momento y para esa acción, esa vida que ha salvado. El mundo está lleno de testimonios de personas que lo intentaron y afortunadamente no lo consiguieron y se sienten felices por no haberlo conseguido. El suicidio es una decisión definitiva a un problema temporal, salvo los casos en los que realmente no hay opciones de mejora. Pero en muchísimos casos la hay. Hace poco una persona se quitó la vida porque le hacían extorsión sexual. ¿Crees que esa persona se quería matar? Si esa situación se hubiera resuelto, no. ¿Lo hubiese vuelto a intentar? No, se soluciona el problema y esa persona no quiere volver a intentarlo. Las instituciones tienen que tomar parte, estamos hablando de muchísimas muertes, pero alguna, aunque sea una, se podría evitar. Se hacen cosas, pero más se debe hacer. Hay muchísimo trabajo que hacer. No puede ser que todo descanse en la persona individual. Es un problema de salud pública y recursos. La salud mental es la hermana pobre de la salud.